Sabía que ella adoptaba su pose para que él la
mirara. Cada tarde el mismo juego, un vestido vaporoso, delicado y algo volátil,
que le ceñía el pecho y la cintura, dando
alas a la falda que era donde su imaginación se desbordaba. Quería pensar que
era por y para él toda su fachada.
Le encantaba
que la contemplara extasiado tras los visillos de su ventana. Eran aburridas aquellas
tardes de domingo en Savannah, en que las chicas de buena familia -como ella-
salían en grupo a dar un paseo junto al río. Siempre aguardando y deseando que aquel pavisoso se le acercara.
Eran vecinos: él bebía sus vientos, pero nunca se
atrevería a dar el primer paso, había algo en la actitud distante y provocativa
de ella que lo atemorizaba.
Un aire caliente y salado del sur barría las ventanas.
Un aire caliente y salado del sur barría las ventanas.
Me gusta,...me ha venido a la cabeza esa frase que dice "las chicas malas van a todas partes..." o algo parecido. Y no sé por qué.
ResponderEliminarPorque esta es mala, mala. Las chicas buenas van al cielo; las malas, a todas partes.
ResponderEliminarEso, eso. Sí es una chica mala y últimamente me gusta escribir sobre chicas muy malas.
EliminarMe ha encantado lo de pavisoso, jajajajaja. Buen insulto. Y vaya cobardica, como la chica pinta guerrera, pues no se atreve, esas son las mejores. Gracias, Malén, me has recordado a la canción esa que decía "Las chicas son guerreras".
ResponderEliminarQue conste que fuiste tú quién me picaste para que escribiera!!
Eliminarjijijijiijij, para eso soy una bruja mala, jajajajaja
EliminarMuy descriptivo de principio a fin, la frase final remata con mucho estilo.
ResponderEliminarAbrazo.
Me ha gustado mucho, Maga, este breve cuadro que has trazado. Felicidades.
ResponderEliminarUna ventana indiscreta con el ambiente de una película de Clint Eastwood. Menudo pavisoso con semejante hembra en bandeja.
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