Quiso pintar el verano perfecto y en su
empeño, buscó parajes a lo ancho y largo del mundo para hacer realidad su
proyecto. El lienzo, debía medir 98x191, igual que “La maja desnuda” de Goya,
para Manuel, el mejor cuadro de la historia del arte, y para rendir homenaje a
su autor predilecto, sólo utilizaría los colores preferidos por el pintor
aragonés: el amarillo de Nápoles, el violeta de cobalto, el verde Veronese y el
blanco de plata. Encontrar esos colores, había sido una empresa casi imposible,
hoy no se utilizan productos tan venenosos para hacer pinturas. El verde y el
amarillo, se los trajeron del estudio de un pintor italiano que mezclaba sus
pinturas con la habilidad de un químico; el violeta, le llegó de la India, muy
usado en aquella cultura para representar deidades y el blanco, tuvo que
conseguirlo en una tienda de bellas artes de la calle Carretas por una pequeña
fortuna. Para confeccionar el lienzo, usó un algodón egipcio de cuatro capas
tratado con parafina, que evita filtraciones excesivas del óleo que emborronen
la composición. Los pinceles serían nuevos, fabricados en Japón con madera de
ébano y pelo de tapir y la paleta, la había encontrado en el Rastro, se trataba
de un corte de madera de un tronco de ginkgo biloba con la forma de una de sus
hojas.
Viajó por los cinco continentes durante dos
años, pero el violeta de cobalto le faltaba. En ningún amanecer, en ninguna
puesta de sol, lo había encontrado. Hasta que un día, paseando al atardecer por
la playa de Berria en Santoña, lo vio. Era el tono de violeta que buscaba. Un
pescador le contó, que aquel color aparecía los días despejados de Julio en los
que al atardecer, se formaban pequeños jirones de nubes gracias al frío viento
del noroeste.
Durante tres semanas salieron pocos días
despejados y en menos ocasiones, sopló el noroeste por la tarde, pero cuando lo
hizo, antes de irse la luz del sol, apareció el violeta. El verde, lo traían
consigo el monte Buciero y el Brusco que enmarcaban la playa de Berria, el sol,
agonizaba de amarillo y el blanco, aparecía en la espuma que dejaban las olas.
Mezclando los cuatro colores, Manuel, creó el resto del paisaje.
Apenas dormía, por las tardes pintaba en la
playa y por las noches retocaba su pintura en la habitación del hostal. Comía
cuando se acordaba y bebía cuando el dolor de cabeza le impedía continuar,
cuanto más hermoso era el cuadro, peor era su salud. Al finalizar la tercera semana,
terminó su obra.
Manuel, amaneció muerto. El cuadro, lucía
imponente en el caballete junto a la ventana que daba al mar. En la autopsia se
dictaminó muerte por agotamiento, pero Manuel, en realidad, murió de verano, de
viento noroeste, de Verde veronese, de blanco de plata, de amarillo de Nápoles
y de violeta de cobalto.
FANCHO
Me ha gustado mucho. Felicidades y suerte, Francho.
ResponderEliminarMuy interesante la historia, mágica...
ResponderEliminarPreciosa historia y mejor final. Además de muy didáctica, hemos aprendido geografía y nombres de colores imposibles. Enhorabuena!!
ResponderEliminarMe ha encantado, Fancho. Te deseo mucha suerte.
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