Imagina
que eres un importante empresario. Imagina que tienes una esposa perfecta, dos
hijas preciosas y un perro con pedigrí. Imagina que vives en una amplia casa
unifamiliar, con piscina, en una zona residencial con seguridad. Imagínalo.
Imagina que lo tienes todo. Y ahora imagina que tu fabuloso imperio se derrumba
por una vida de puterío y lujo. ¿Puedes imaginarlo?. Bien, ahora imagina la
cara de tu mujer y los comentarios de tus amigos y familia si se enteraran. ¿Lo
imaginas?
Manuel
imaginó la vergüenza, el deterioro, la miseria y pensó que quería morir antes
de vivir con aquella devastadora situación. Pero un suicidio no pagaría el
seguro y eso, eso le llevó a mí.
Yo
soy uno de esos hijos de puta que anda tirado por las calles, el que violaron
en el reformatorio. Soy el politoxicómano de constantes ingresos en urgencias.
Yo soy ese. Y con todo, nunca pensé en quitarme la vida.
Aquel
burguesito estaba tan acostumbrado a que
su dinero arrodillara a sus semejantes, que ni siquiera se amedrentaba en un
barrio del que huían hasta las ratas. ¡Qué cabrón!
Subo
al coche y me dirijo a la urbanización. Las luces de la vivienda dicen que sus
ocupantes están despiertos. Me siento junto a la puerta y espero lo inevitable,
los ladridos harán que el dueño abra la puerta para reprender al can. Del
empujón inicial mi viejo amigo el empresario cae de espaldas en su recibidor,
mi pistola le apunta en silencio. Su mueca de sorpresa se truca en un mohín de
reproche; su familia está en casa, ese no era el trato. Su inmaculada mujer se
sobresalta, sus hijas se sobresaltan. Todos se sobresaltan menos yo, y es una
pena, me gustaría sentirme humano.
Diles
por qué invocaste a un demonio como yo. ¡Díselo o las mato!. Y el horror que
modela el rictus del caído. Un segundo de duda. Dos. Tres. Y mi pistola que
apunta al tembloroso trío femenino. Y Manuel comienza a balbucear, a llorar, a
desarmarse, toda aquella fachada de seguridad se derrumba y su entrecortada voz
empieza a desgranar una historia de vergüenza y vicio.
Me
siento en el brazo del sofá y vomito mi verdad. Llevo toda mi puta vida no
siendo otra cosa que un hombre salvaje, libre y vagabundo, que no es otra cosa
que un marginal desecho delincuencial. Sin opción a otro tipo de vida. Hasta
que un día, un ciudadano inmaculado, un ser sin mala conciencia, me dice que su
mala suerte lo llevo a la ruina y que no pudiendo soportarlo decide comprarme
para calmar su dolor. Señalándole con la pistola grito. “¿Qué se siente siendo
una bestia?. ¿Dime?. Se siente mala conciencia, ¿verdad?. No hay dinero que
compre la calma, ni el descanso. Sin embargo, hay una manera de eliminar la
mala conciencia, ¿quieres que te la muestre?.
Aprieto
el cañón contra mi sien y hasta me parece escuchar el chasquido del percusor...
EL BURGUESITO
Madre mía, madre mía!!! Para ser de verano es....uffff, muy terroríficamente real
ResponderEliminarDura historia de cobardes y mezquinos personajes. Muy parecidos los dos y por desgracia, frecuentes, llevados al extremo... La tensión se mastica hasta el final.
ResponderEliminarSí es una historia tremenda, llena de violencia. Suerte.
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