Jamás pensé
que llegaría tan lejos… Sabía que era fría, ambiciosa y calculadora a la vez
que inteligente y muy hermosa. La mujer de los sueños que nunca soñé… Apareció
un día y se quedó, enquistada en mis anhelos el tiempo preciso para encontrar lo que buscaba.
¡Yo creí que
sería toda una vida!
Ahora estoy
aquí, como un títere a sus pies… mi escasa y turbia visibilidad solamente me
permite verla entrecortada, majestuosa, impasible ante mi desgracia. El mal
había emigrado del pequeño recipiente con platillo blanco que me tendió con una
caricia, a todo mi cuerpo…
La sensación
es de mareo, de nausea sobrevenida, con premura se me paralizan los brazos. La
taza se escurre con elegancia de mis manos hasta chocar con el suelo mullido y
acogedor, nada se ha derramado porque lo que contuvo está ahora callejeando mi cuerpo.
Siento el hinchazón de la lengua, casi no me cabe en la
boca.
Ella, observa
callada y paciente hasta que constata en mi rostro los temblores, la espuma que
asoma sin vergüenza entre mis labios le ofrece la contraseña ansiada para
abandonarme…
Veo alejarse
sus hermosas piernas bailando acompasadas sobre unos afilados tacones de aguja.
Vislumbro que los zapatos son nuevos, conservan todavía la seña del precio pagado en la pulcra suela…
¡Qué ironía! Se compuso con esmero para la despedida.
- No me has
dejado otra alternativa querido.
Otra asesina de indeseables, hurra!!!!
ResponderEliminarLo mismo digo. ¡¡Bien!!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Mer.
ResponderEliminarUna historia "negra" muy bien contada.
ResponderEliminarMe gusta ese recurso de que el asesinado nos cuente la secuencia de su propia muerte. Quizás, substituiría esta frase:
ResponderEliminar"del pequeño recipiente con platillo blanco"
por la palabra "café".
¡Enhorabuena, Mer!