jueves, 30 de agosto de 2012

41. (concurso) MIS OCULTOS PLACERES



En el almuerzo saboreé sus labios que se entreabrían por la suave presión de mis dedos.  Se ofrecía a mi con la ansiedad típica de los que descubren nuevas sensaciones y  la intensidad de mi entrega  parecía encontrar una respuesta idéntica, una atracción sublime en donde el deseo se confundía con la tentación y ésta con el acto finalmente satisfecho.

Había prometido no volver a tener esta clase de encuentros clandestinos. Lo eran. Nadie podía suponer que yo, una nutricionista reputada  mantuviera este tipo de relaciones esporádicas.

Descansaba sobre la toalla en la playa de Cavallería escuchando música cuando el recuerdo del encuentro volvió a mí incitándome a repetir la experiencia. La agitación no me dejaba concentrarme en el libro que estaba leyendo. Antonio movía los labios. Saque de mis oídos los auriculares. Me estaba invitando a pasear por el arenal. Accedí. La arena quemaba con el sol. Por fin llegamos a la orilla. Antonio no paraba de hablar. Mis pensamientos estaban en aquella piel saboreada, en las sensaciones que me produjeron los pequeños mordiscos,  lamer con suavidad y lentitud unos dedos convertidos en miel.  Los sonidos de la playa, las voces de niños jugando, gritos gozosos de bañistas, las olas que rompían en nuestros pies desaparecían de pronto. Solo el recuerdo se asomaba al calor mediterráneo. Antonio me tocó levemente el hombro. Me apremiaba una contestación, un si o un no, pero no había escuchado su pregunta. Me la repitió. Me proponía irnos al hotel, salir a cenar al restaurante que habíamos visto de camino a la playa. Accedí aunque mis planes eran otros bien distintos. El calor era agobiante, unas pequeñas gotas de sudor me resbalaban por las sienes llegando a mis gafas. Me las saqué y lancé un breve suspiro.  Mientras recogíamos las toallas y  las metía en la bolsa un pequeño ticket cayó sobre la arena. Antonio lo recogió preguntándome  con el papel  entre sus dedos índice y corazón sobre aquello.  Como en otras ocasiones mi reacción fue rápida y solventé la situación. Tomé el ticket y lo arrugué en mi mano sin desecharlo. Era la prueba de mi encuentro y el tenerlo fuertemente aprisionado en mi puño me provocó  aún más el deseo de un nuevo encuentro.

Los primeros instantes de la cena iban transcurriendo con cierto nerviosismo por mi parte pero Antonio siempre tuvo una habilidad especial para hacer que situaciones en principio nada memorables se convirtiesen en momentos inolvidables. Poco a poco fui descubriendo a otro Antonio. Fue en  el postre cuando supe que realmente me conocía, que conocía mis secretos, mis encuentros furtivos. Se levantó para regresar al poco tiempo con aquellos labios que se entreabrirían con la suave presión de mis dedos.  Mi cuerpo de pronto volvió a sentir el placer de ser acariciada por dentro sintiendo en mi boca la dulzura de aquel cuerpo de chocolate perfecto, sintiendo como el placer nacía en cada porción de milhoja de chocolate y trufas.

 Margarita Laietana

 

 

6 comentarios:

  1. Hay infidelidades que pueden comprenderse y compartirse. Me ha gustado. Suerte, Margarita.

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  2. Muy gustativo Margarita!! Me has dejado con las ganas...

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  3. Caray cuánta temperatura hay en esta historia...

    ¡Suerte!

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  4. Buena historia de verano querida Margarita. Nos has dejado con la miel en los labios.

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