En un pequeño rincón del planeta vivía
una gatita preciosa. Era la reina en un reino minúsculo, casi tan pequeño como
Liliput. La reina en un piso de 40 metros cuadrados. Su vida transcurría
plácida y dulce, cuidada y peinada. En su trono mullido, repleto de ratones de
goma, dormía largas siestas aguardando a su sirvienta que la adoraba como a una
diosa.
Una mañana se dio cuenta de que se había
hecho vieja. Era una anciana, casi sin fuerzas. Su sirvienta la mimaba y la
alimentaba pero ella ya no tenía ganas de nada. Su maullido ya no era fuerte ni
con genio, era un sonido triste y melancólico, como si hubiera bajado el
volumen de los altavoces de su voz.
Una noche soñó el sueño de los gatos.
Allí "El que hablaba con los gatos" le contó que debía dormir el Gran
Sueño, un sueño muy largo en el cual soñaría con otras vidas, con otras
sirvientas, y en el que aguardaría paciente a que aquel ser humano que la
hubiera amado de verdad, regresara a despertarla de su letargo infinito.
La gata perezosa dudaba si aquel sueño
era real. Pensó que no quería dormir para toda la eternidad y comenzó a maullar
lastimosamente. Su sirvienta, que había dedicado trece años de su vida a
cuidarla y colmarla de mimos y detalles, la miraba triste. Esa humana era capaz
de entender sus pensamientos.
Esa humana se merecía que ella la
esperara allí en la eternidad. Su regreso la despertaría y volvería a vivir esa
vida de reina que tanto había disfrutado.
Y pensó: Antes de irme a dormir, le daré
un regalo. Le susurraré al oído el secreto ancestral de "El que hablaba
con los gatos", le contaría el secreto en el idioma gatuno, aquel que solo
entienden los que de verdad aman a los gatos.
Guinea la Negra Zumbona
Hermoso y triste relato a la vez. Quien lo escribe, ama a los animales hasta el extremo de entender lo que expresan con su lenguaje.
ResponderEliminarNo veo el verano por ninguna parte pero sí "El que hablaba con los gatos" en cualquier época del año. Suerte, Guinea.
ResponderEliminarMe gusta. Quizá en ese "Gran Sueño" se encierren todos los veranos, los veranos que evocan la libertad y tranquilidad, la despreocupación convertida en miles de ratones de goma. Suerte Guinea la negra Zumbona.
ResponderEliminarHermoso relato. Es triste ve marchar de tu lado a la mascota que cuidas con cariño y esmero, pero es ley de vida. Sin embargo hay que pensar que la mascota tuvo mucha suerte de tener a su lado, alguien que la cuido y la mimó con mucho esmero. Suerte Ginea...
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ResponderEliminarIntenso relato cargado de sentimiento, sin duda el vínculo mascota-dueño es muy fuerte e intenso.
ResponderEliminarSuerte.
Mucha complicidad entre gata y dueña. Muy hermoso. Ahora, mucha tristeza para guradar en el tarro de los recuerdos.
ResponderEliminarYo sé que Misini duerme en el cielo de los gatos y que me espera.
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