miércoles, 25 de julio de 2012

16. (CONCURSO) BLANCA GAVIOTA DE TINTA


BLANCA GAVIOTA DE TINTA



Era un primero de la calle Patricio Pérez; edificio de cuatro plantas y dos pisos por nivel. La vivienda era grande, con cuatro habitaciones distribuidas a lo largo de un amplio pasillo que casi parecía perderse en el horizonte. Y era verano. La televisión local retransmitió por primera vez el Certamen Internacional de Habaneras y mis padres, creo yo que con buen criterio, decidieron darme patente de corso para acostarme más tarde y así poder disfrutar de la competición coral. La habanera obligatoria era “Blanca gaviota” Durante seis días mi hermana y yo escuchamos esa canción cuatro veces por día, lo que multiplicado por los seis días de competición hace un total de... ¡veinticuatro veces en apenas una semana! Finalmente éramos capaces de interpretarla a dúo:



ELLA: Rooosaaaa Maríiiiaaaaa

YO: Pedro Manueeeeel

ELLA: Veinte años eeellaaaaa

YO: Él vein-ti-treees

ÁMBOS: Blanca gavioootaaa que vueeeelaaaas...



El Certamen comenzaba a las once de la noche. Mi madre, siguiendo la receta de mi abuela Gertrudis, preparaba una deliciosa horchata de almendras, que tomábamos todos arremolinados en el televisor. Un día actuó un coro de Asturias, de la cuenca minera, y salieron vestidos con sus uniformes de trabajo y con sus cascos mineros. El escenario quedó a oscuras y entonces aquellos hombres encendieron las luces de sus cascos. El efecto que aquella imagen produjo en mí fue inmenso: era como ver cantar a las estrellas del cielo.



Cuando ya terminaba la retransmisión, mi madre nos mandaba a la cama. Aquel verano yo dormía en la misma habitación que mi hermana. En una de las estanterías que tenía sobre mi cabeza una sucesión de botellitas de Moscatel aguardaban nuestro saqueo. Conseguíamos esas botellas en las tardes de feria, disparando con las escopetas de perdigones. Mi madre nos dejó tenerlas en nuestro cuarto a condición de que no bebiéramos ni un solo trago. Mi hermana robó un alfiler de la caja de costura de mi abuela y agujereamos varios tapones del dulce néctar. Sí, también recuerdo que aquel verano dormimos como lirones, y que las botellas fueron bajando de nivel durante los meses de Julio y Agosto. Menos mal que yo siempre tuve buena puntería.



Nuevos licores y nuevas sonrisas invaden nuestras vidas. El tiempo nos va marcando, como a las reses del ganado de John Wayne en Río Rojo. No sé cuánto queda de nosotros de aquel verano, de aquellos vasos de horchata de almendras, de aquellas viejas y destartaladas escopetas de perdigones de la feria, del alfiler hurtado de la caja de costura de la abuela Gertrudis, de los tebeos de Esther que leía mi hermana y de los tebeos de Mytek que yo devoraba. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro: cada vez que recorro el  pasillo de casa con mi hija en los brazos y el suave vaivén de una habanera asoma en mis labios, una gaviota de tinta alza el vuelo, iluminando los trazos más oscuros de mi alma.

JEREMIAH DIXON

10 comentarios:

  1. Precioso, Jeremiah, no hay nada mejor que esos buenos recuerdos de infancia compartidos entre hermanos, seguro que una sonrisa recorre todo tu ser. Un abrazo!!

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  2. Queda mucho de aquellos veranos que, junto con otras estaciones del año y sus vivencias, han forjado lo que ahora somos.

    Hermoso canto a los veranos que nos dejaron huella.

    Suerte.

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  3. ¡Impecable! (como siempre, por otra parte)
    ¡Muchísima suerte!

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  4. Lo primero que he leído ha sido el comentario de Geli y me ha llamado la atención el "como siempre", ahora lo veo claro, no sé si darte el premio ya, pero vaya por delante un gran abrazo autor anónimo. Entrañable el cuento.

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    1. Pues va a ser que sospecho yo que este autor no es quién parece y ya tengo mi quiniela, pero me lo callo.

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  5. Hermoso relato. Me ha gustado mucho!

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  6. Precioso recuerdo de un añorado verano.

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  7. Muy Bonito. Cuando cierras los ojos y revives los recuerdos..., es como volver a vivirlos

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  8. Merecido reconocimiento, felicidades por ser finalista. Un abrazo.

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