“No lloro por ti,
no lloro por ti,
lloro por las nubes que son de un blanco imposible
y aquí abajo nada es puro, todo es feo y tan horrible.”
No lloro por ti, de Christina Rosenvinge
Dos de las personas que más quiero en este mundo no pueden hablar. Una de ellas, mi padre, seguramente no vuelva a hacerlo nunca más. ¿Cuánto tardaré en olvidar su voz? No, no lloro por él.
Esperanza, mi hija, aún no puede hablar. Nadando en el líquido amniótico de la felicidad fecunda aguarda el momento en que sus ojos vean la luz de un amanecer. No, no lloro por ella.
Separados por un segmento temporal de sesenta y siete años, Miguel Ángel y Esperanza, mi padre y mi hija, el abuelo y su nieta, probablemente jamás hablarán sobre literatura rusa, sobre la Guerra Civil Española, sobre lo importante que es no utilizar un gambito de dama si tu rival es un experto jugador de ajedrez. Lloro por eso, por privar a mi padre de la posibilidad de regañar a su nieta; por robarle a Esperanza la ilusión de pedirle el aguinaldo a su abuelo el día de Navidad.
Recipientes de cristal que hoy sois lecho para mis lágrimas, yo os maldigo.
Lamento la tristeza que impregna mi texto. Lamento haberlo escrito. Agradezco todos los ánimos que estoy recibiendo de todos vosotros. Soís grandes amigos, tan grandes que a vuestra sombra las tristezas parecen menos tristes y las alegrías son el doble de alegres.
ResponderEliminarMarco, así descargas tu dolor. Es precioso. Plasmas tus sentimientos de una manera sosegada, no hay ira en tus palabras, solo tristeza y compresión, aceptando los hechos. Mi abuelo también nos dejó cuando éramos bebés y casi no lo recordamos, solo retazos de cosas que nos ha contado mi madre. Cuéntale cosas de tu padre a Esperanza para que imagine a ese gran abuelo que no podrá conocer. Un beso.
EliminarMarco, no lamentes nunca sacar a la tristeza a pasear. No lamentes nunca, mostrar el rostro que en ese momento tenga tu alma, tu corazón, porque hacerlo es de valientes.
ResponderEliminarLa tristeza, como cualquier otra emoción, es un pozo de sabiduría. Aprende de ella.
Un abrazo cálido, amigo.
Estás tú Marco, tú serás el eslabón de la cadena que le explique a Esperanza los sueños de su abuelo. Tú eres verdaderamente la pieza importante. Así que cuídate mucho y ánimo, amigo. Tu esfuerzo es verdaderamente terrible a la par que enternecedor.
ResponderEliminarMalén tiene razón, Marco, tú serás la voz que mantenga vivo el recuerdo de un gran padre y abuelo, así nos transmitió mi abuela el recuerdo de su madre, que falleció cuando ella era una niña. Te diré, que todos llevamos una espina clavada, cada cual por un motivo. Ánimo amigo, un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso relato, muy emotivo. Hace un año mi madre se fue de su cuerpo una mañana. Abrió sus ojos y nos vió a todos sus hijos rodeandola. Me acerqué a ella y la animé a irse tranquila, y se lo dije sonriendo mientras mil puñales se clavaban en mí. Todos le dimos las gracias por habernos traído al mundo. Y cuando el último de sus hijos le habló miró a mi padre, sonrió y se fue tan tranquila que parecía que dormía. Tu padre, Marcos. Habladle, acariciadle, cuéntale como es la última ecografía de Esperanza y a Esperanza háblale de su abuelo antes de que nazca. Y que decirte a ti...No llores por lo que no puede ser, que no te dé rabia lo que no será. Bebe y vive la vida a grandes sorbos, despacio. Una parte de tu padre se queda contigo, en ti. Y no dudes que será tu hija la que un día te pregunte todo aquello que tu padre le contaría sin preguntas. Un abrazo inmenso para todos. Os deseo paz. El relato, Marco, precioso.
ResponderEliminarLa tarde es triste pero aún te quedan muchos libros. Y cuentos, montones de cuentos, te vas a hacer un auténtico experto en cuentos de Esperanza. Y aquí seguiremos nosotros esperando que los compartas. Otro abrazo y otro y otro más.
ResponderEliminarMarco, ¿te has fijado en los abuelos y los nietos cuando están juntos? Hay un entendimiento innato entre ellos que no precisa de palabras, y como ya te han dicho por aquí, en todo caso, estas tú para subsanar esa carencia.
ResponderEliminarEspero que todo se vaya solucionando, si en algún momento necesita un hombro, una voz, una oreja que escuche, en esta tu casa, somos much@s dispuestos a hacerlo.
Fuertes abrazos, también para Marige.
Tengo mis ojos llenos de lágrimas que, quizás también derrame en algún recipiente. Tristemente hermoso.
ResponderEliminarUn abrazo Marco. Sé por lo que estás pasando y sólo puedo darte mi apoyo y desearos mis mejores deseos de que todo se solucione lo mejor posible.
Creo que todo te lo han dicho ya Marco. El relato es el reflejo de tu alma, de tu corazón. Grita todo lo que te apetezca decir, estás en tu derecho. Un gran abrazo tanto a tí a Marige y a toda tu familia
ResponderEliminarMe ha llenado de alegría y tristeza leerte de nuevo amigo. Yo sólo conocí a mi abuela y construí a los otros tres con los trocitos que interpreté de las historias que mis padres me contaban sobre ellos. Me uno a lo que ha dicho Jose Luis, háblale a diario, cuéntale que el mundo sigue girando y que la velocidad no es muy alta y que puede subirse de nuevo. El relato me ha encantado y el gámbito de dama me ha descubierto otra aficción que tenemos en común.
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