Lloraba tanto y tanto que sus ojos eran dos cuencas fluviales
imparables. Sus vecinos aprovechaban la llantina que le solía venir cuatro veces
al año para regar sus huertos siempre verdes. Las propiedades curativas de los
vasos de lágrimas de sus ojos eran conocidas en toda la comarca. Al principio, Marlene
lloraba sin parar y por cualquier cosa que la conmoviera, y con lo difícil que
estaba el mundo, este ocupaba el centro continuo de su llanto. No dejaban que escuchara las noticias
ni que leyera el diario. Los niños le llevaban sus juguetes, le hacían
carantoñas y arrumacos, pero nada servía para consolarla, su pena era
inconmensurable. Lloraba de día y de noche. Un día, sus ojos se secaron durante un breve tiempo y
con ellos el verdor de los campos del valle donde vivía. Todo se volvió gris y sombrío
y le causó tal tristeza, que sus ojos se
anegaron, el río volvió a su cauce y su vida, por fin, cobró sentido.
Esta foto es difícil pero has sabido sacarle partido. Muy bien, Maga, me ha gustado mucho. Ya, deberes sin tregua toda las semanas que luego llega el verano y nos perdemos.
ResponderEliminarMaga y sus mágicos cuentos, genial
ResponderEliminar¡Bien hecho, Malén! Uf, es cierto, la foto me parece difícil. A ver si me voy inspirando...
ResponderEliminarMalén, dudo al interpretar este texto, ¿cuando ella está triste, los demás son felices? Perdona mi torpeza. Un abrazo.
ResponderEliminarTendré que preguntárselo, Dori, no tengo ni idea, los demás van a la suya.
ResponderEliminarMenos mal que al final su vida cobra sentido. Muy bien Malén
ResponderEliminar¿de quien es la fot? y ¿como se lla?
ResponderEliminarAños después, pero amé este relato.
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