Aquella mañana, en las primeras horas del día, Libonette de Brués, tercera de su nombre, de la Casa de Crumar , llegó a las orillas del Lago Biberet . Las voces de los que la acompañaban, los ladridos de los perros, los latigazos dados a las bestias de carga, rompían el silencio de aquel lugar, haciendo que los sonidos se sucediesen de forma constante en aquel espacio libre de voces.
A lomos de un caballo de cabeza blanca abría la comitiva del grupo Libonette, flanqueada por Britón de Mund, Réliter de la Casa, con su viejo cuervo en su hombro izquierdo y por la anciana Prisciá Blandur, mujer al servicio de la señora de Brués. Detrás de ellos una escolta de 50 hombres, fuertemente armada , varios carros con viandas y enseres, animales atados a los carros, obligados a caminar sin descanso, algunos de ellos heridos o muertos ya por el frío y lo complicado del terreno iban tiñendo la blancura del camino de un rojo intenso que poco a poco se convertía en rosáceo.
Libonette giró su cabeza hacia el lado izquierdo haciendo un pequeño movimiento que el Réliter de la Casa comprendió de inmediato. Britón de Mund ordenó a su caballo apretando sus talones sobre el cuerpo del equino que se adelantase al grupo. Giró en redondo y elevó su brazo derecho. Todos se detuvieron entonces. Las mujeres que iban subidas a los carros se apearon con rapidez corriendo hacia el caballo de Libonette. Cuatro de ellas comenzaron a poner en la nieve unos gruesos tablones al lado del caballo de la señora y otras cuatro se dirigieron al de Prisciá Blandur. Ayudadas por otras mujeres descabalgaron. A cada paso que daban, los tablones se iban cambiando de lugar. Las mujeres deseaban que anduvieran despacio ya que a cada paso dado un nuevo tablón debía ser cambiado para que ninguna de las señoras tocara con sus pies el suelo nevado. Un carro abierto por uno de sus lados, a modo de tribuna avanzó hacia ellas, se subieron y se acomodaron en unos espaciosos asientos de piel de oso. Allí aguardaron el tiempo necesario. Un sonido atronador se escuchó de pronto. Seis escoltas llevaron ante Libonette de Brués a un joven de 16 años , vestido con una túnica roja. La anciana posó sus manos en su cabeza mientras articulaba en la vieja lengua una serie de conjuros que sólo ella y quizá los dioses entendían. El silencio de todos era estremecedor, tanto como los sonidos cada vez más potentes que parecían provenir de otro mundo. El joven fue llevado hacia una barcaza y empujado al Lago Biberet. La niebla se había cernido sobre éste cuando un grito desgarrador se mezcló con el silencio de todos. Libonette se levantó entonces y con voz alta y clara prometió un año más a todos mientras el viejo cuervo de Briton de Mund graznaba sobrevolando las cabezas de las Señoras.
Así sucedió aquel día. Tal y como os cuento. Yo sabía que sería el próximo, que al año siguiente yo sería la victima que ofrecerían al caballero de Brués, al amado de nuestra dueña y Señora, que había muerto el día en que yo había nacido. Todos los nacidos el día de la muerte de Frandan debían morir por haberle robado la vida al señor de la Casa de Crumar. Aquel día logré escapar vaciando un cordero y metiéndome en su interior. La anciana consejera había anunciado que la Dama Libonette moriría si uno de los corderos lograba escapar de su rebaño…Y así sucedió en el transcurso de aquel mismo año. La Señora de Brués se arrojó al vacio desde una de las torres del castillo de Crumar al percatarse de que aquel que tenía que ser entregado a su Dueño y Señor, habitante ahora del Lago Biberet, había desaparecido. Tiempo ha transcurrido de aquella historia, mi joven nieto , hijo de mi hijo, ayuda de este pobre viejo . El destino es el destino y en las orillas de este Lago dejaré mi último aliento pero al veros frente a mi, la muerte ya no es desesperanza sino comienzo. No dudeis en contar a vuestros hijos y a su prole esta historia que uniréis a la vuestra haciendo grande el linaje del Cordero.
¡Qué bonita historia! ¡Y qué bien narrada y ambientada con el uso que has hecho del lenguaje, los tiempos verbales, el tratamiento (Ud.)...! La he leído y mientras lo hacía, he ido imaginando cada una de las escenas, como si estuviera viendo una película.
ResponderEliminar¡Enhorabuena, José Luis! Me ha encantado.
Es impresionante que sepas contar una historia maravillosa, un cuento de hadas, en tan pocas líneas. Me has recordado, leyendo, a novelas geniales que me han cautivado, de magos, leyendas, brujas y héroes (Las nieblas de Avalon, por ejemplo). ¡Qué rabia que sean tan pocas veces las que nos deleitas con tu genial prosa. Estoy emocionada.
ResponderEliminarMe sumo a mis dos compañeras. Tu imaginación es sobresaliente, José luis,¡enhorabuena!
ResponderEliminarPreciosa historia, José Luis.
ResponderEliminarUnos pequeños detalles sin importancia:
- 3º párrafo: Libonett giró su cabeza hacía el lado izquierdo.
(hacia no lleva acento).
- Último párrafo: Tiempo ha transcurrido, mi joven nieto y ayuda de este pobre viejo, de aquella historia. (no está claro).
Todos los detalles tienen mucha importancia. Muchas gracias Eulalia.
EliminarPues ahora que lo menciona Lali, la lectura se hace rara en el último párrafo. El narrador comienza dirigiéndose a un público en general "tal y como os cuento", y al final, le habla a su nieto. Quizás puedas rizar el rizo ¿no? Un abrazo.
EliminarTal y como os cuento, mi bella dama Geli en el relato y en este comentario os trato de vos. Por tanto no me dirijo a más público que mi nieto. Os agradezco el comentario. Un beso.
EliminarSí, tienes razón. Lo he vuelto a leer y queda claro. Supongo que al no haber sido nunca una princesa, no estoy acostumbrada a ese "tratamiento"...jajajaja.
EliminarUna bonita historia que te deja sin palabras. Muy bonito José Luis
ResponderEliminarDe acuerdo con lo comentado, bella historia bien narrada y bien ambientada.
ResponderEliminarCambiaría "a cada paso que daban", o en la siguiente línea "a cada paso dado". (¿demasiados pasos seguidos, no?), por lo demás me ha gustado mucho.
Muy bueno, muy bueno, me encanta la historia, el ritmo...todo. Me trae recuerdos de historias del ciclo Artúrico.
ResponderEliminarGracias a todos. Aprovecharé este relato para una de las novelas que estoy escribiendo y que publicaré cuando tenga 90 años, jajajajajajaja. Y es que me lioooooo.....Asi que encontrareis a Libonette de Brués en uno de sus capítulos, en la historia de Branes. Necesito presión, jajajaja
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