Amistades peligrosas

Leocadia se apresuró a citar a Lu en su casa en cuanto se enteró de lo que esta llevaba entre manos: una cita con un atractivo caballero de pelo cano y atuendo informal. Se había inventado una excusa: pedirle que presentara el nuevo libro que la asociación cultural a la que pertenecía había publicado. No podía soportar que Lu la utilizara cada vez que a ella le convenía y que la dejara fuera de los asuntos interesantes, sobre todo cuando de hombres se trataba.

Lu llegó a las seis en punto y le dijo a Leo que se apresurara con el café que no quería llegar tarde. Ella le sirvió una taza bien cargada con un par de somníferos disueltos. “Sabe raro” -dijo Lu y a los cinco minutos le pidió permiso para tumbarse en el sofá. “Tanto estrés no es nada bueno” -pronunció antes de quedarse profundamente dormida. “Perfecto” -se dijo Leocadia. Le quitó el móvil del bolso y buscó la última llamada en la que figuraba un tal Paco. Le contestó una agradable voz varonil: “Que sí, Lu, que estaré en el Círculo de Bellas Artes a las siete en punto, ya me he leído el libro, todo va a salir bien”. Se despidió de él y cayó en la cuenta de que el asunto era más grave de lo que ella había pensado en un principio: ¡Lu no la había invitado a la presentación! Se sirvió un whisky y se lo llevó al cuarto de baño. En media hora estaba arreglada y perfectamente caracterizada para usurpar su puesto en la presentación. No se atrevió a hablar mucho por si alguien notaba el cambiazo. Se lo pasó genial haciendo de presidenta de Valencia Escribe y hasta firmó un montón de libros con el nombre de Lu, llevaba tiempo ensayando por si llegaba el caso. El que no le convenció mucho fue el presentador que, lejos de alabar a Lu, se dedicó a decir que lo perseguía por el Instituto y la verdad como todo el mundo pensaba que Lu era ella no le gustó que hablara de aquella manera. Al final se despidió de él fríamente, acto seguido se fue a celebrar con todo el grupo el éxito de la presentación.