miércoles, 13 de abril de 2011

Lucrecia Hoyos, LA CONDENA

A trabajos forzados fui condenada. En aquel pueblo de colores imposibles que respondían a mi mirada turbia, mi percepción de la realidad alterada por la tensión que se interponía entre el mundo y yo. Dos meses y un día. Después vendría el final del curso, las vacaciones y al curso siguiente más de lo mismo. Aterricé en un aula donde pequeños monstruos similares a niños se dedicaban todo el día a martirizarme. Ojos enormes tras gafas de culo de vaso. Risas sarcásticas. Zancadillas. Tiza en mi silla… Hasta que un día encontré una rata muerta sobre mi mesa. Salí del Instituto caminando hacia las afueras del pueblo, era un hermoso pueblo en la Sierra de Mariola, caminé día y noche, no sé lo que tardé en llegar a Valencia. A veces dormía cobijada bajo un árbol a orillas de la carretera. No sé lo que tardé… Ahora miro extrañada desde la ventana de una habitación muy blanca en la que a veces me visitan una especie de doctores muy amables, y tengo los pies llenos de vendas…

13 comentarios:

  1. Risas, zancadillas, ratas muertas en la mesa, y dices pequeños monstruos, yo mas bien les llamaría monstruos diabólicos. Es una realidad, me ha gustado mucho lucrecia.

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  2. Triste y muy logrado; puede que la mejor salida a tan terrible destino, después de todo, sea la que encontró finalmente. Me ha gustado.

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  3. Lucrecia,qué terrible es ser profesora,¿no?
    menudo relato,¿quién se anima a opositar?

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  4. Espero que no sea alguna sensación que se debe de tener de vez en cuando. Ya se sabe que los niños son muy crueles en ocasiones. Me gustó el relato, con pocas palabras se dice mucho.

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  5. Lucrecia, soy Aurelio. Estoy en la habitación de arriba. Si quieres que hablemos toca el techo y yo pegaré el oído al suelo. Te contestaré por avión, de papel, claro. Ten la ventana abierta.

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  6. Aurelio, he dejado abierta la ventana, ata una sábana y baja que tengo que hablar muy seriamente contigo. Creo que hay un individuo que tiene tres ojos, Eufrasio, creo que le llaman, que espia todos nuestros movimientos. Me temo que sea un agente de la Sierra que han enviado para controlarme.

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  7. O, lo que es peor, para llevarme allí otra vez. Tenemos que escapar de aquí cuanto antes.

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  8. Lucrecia creo que exageras, los niños son bendiciones del cielo.

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  9. Igual que cuando nos hacemos mayores, de niños somos capaces de lo mejor y de lo peor. Este relato es un ejemplo de lo segundo. Muy bien escrito Lucrecia.

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  10. Muy bueno Lucrecia!!! Los niños pueden llegar a se lo más crueles, yo no podría aguantar una tortura tal como la cuentas, q fuerza de voluntad!!

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  11. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. la protagonista de mi relato no se encuentra muy bien, tiene alterada su percepción de la realidad.

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  12. Me has dejado patidifusa, menos mal que nunca estudié magisterio...

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  13. Lucrecia y Aurelio me han gustado mucho sus diálogos por mensajes, jajaja. El relato es muy surrealista, como la foto jajaja.

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