Soy Arturo, el marido de la Asun y estoy que no vivo. No sé si recurrir a un psicólogo o a un detective, porque ando como loco pensando que la Asun me la pega con otro y es que estoy que la cabeza me pesa. Ella antes no era así. Empecé a sospechar la otra noche que me vino del trabajo dos horas más tarde de lo que acostumbra, con toda la ropa mojada y con las croquetas de mi suegra, que siempre me trae con tanto amor, hechas unos zorros en la fiambrera que parecían una pasta en lugar del crujiente manjar de otras veces.
Apareció, como os digo, calada hasta los huesos y con una chaqueta muy rara, roja con franjas verdes, que yo nunca le había visto y que estoy seguro que no es suya porque no es de su estilo, que va, ella es mucho más elegante y tiene muy buen gusto pa vestirse. Le da un aire a la Pantoja pero en rubia y cuida mucho los detalles. Encima me dijo que había perdido el móvil y que por eso no me había podido llamar para avisarme del retraso. Al día siguiente se inventó no sé qué historia de una fantasma y de un borracho que era capador de pollos y que su móvil lo tenía uno que se llama Aurelio y que es conductor de autobús. Hoy le he pillado una carta de él, la cita esta tarde en el bar “los rubiales”. Pero estos a mí no me engañan. Me voy para allá con la navaja de mi padre y lo mato, si lo veo que habla con la Asun me lo cargo sin contemplaciones. Estos no saben con quién se la juegan. A mí a la Asun no me la toca nadie.
Bien, por fin alguien entra con Arturo. Muy bueno, pero la parienta del Arturo es la Asun. No obstante, se entiende.
ResponderEliminarPues eso es lo que dice el texto, ¿no, Eufrasio?
ResponderEliminarSiiiiii, que bueno, se corrigió. Ole Lucrecia...
ResponderEliminarMuy bien Mercedes, metiendo al Arturo en la historia, has abierto una puerta para continuar la novela por entregas.
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