lunes, 18 de abril de 2011

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE JUAN OLARZOLA

“Vosotros los que leéis aún estáis entre los vivos; pero yo, el que escribe, habré entrado hace mucho en la región de las sombras”. Sombra, E.A. Poe.

            La Playa era el mundo, y aquel mundo era una enorme playa. Sobre la arena, suspendidas, cientos, miles, millones de hamacas. Continuamente aparecían del agua nuevos habitantes, cogían sus libros de la orilla y ocupaban su lugar. Todos saben  que los libros necesitan nacer en el borde del mar, como las armas nacen en los yunques y las letras en los labios de otros seres que habitan lejos, muy lejos de la Playa. Juan Olarzola apareció en la orilla, con la mirada contrariada. Nacer no es fácil. Por instinto cogió su libro, aún húmedo, y se encaminó, pisando la dulce arena (dulce aquí no es un adjetivo utilizado con intención lírica, sino que simplemente describe la realidad: la arena, en la Playa, es azúcar), a su correspondiente hamaca. Una vez allí abrió su libro. Aventuras y desventuras de Juan Olarzola, de Marco Antonio Torres Mazón. Cerró el libro. Miró a su derecha, donde Hans Castorp leía La montaña mágica, y luego a su izquierda, donde Leopold Bloom hacía lo propio con Ulises. Juan Olarzola esbozó una sonrisa y volvió a abrir su libro. Comenzó a leer: “Capítulo Primero. La Playa. La Playa era el mundo, y aquel mundo era una enorme playa. Sobre la arena, suspendidas, cientos, miles, millones...”.

9 comentarios:

  1. Muy bueno, Marco y de influencias de Jorge Luis, ese chico que promete.

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  2. Precioso, un relato sin desperdicio, describes tan bien todo que por un momento quedo atrapada en tus palabras siempre hermosas, esta semana un 10 merecido.

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  3. ¡Qué lujo gozar de tus relatos!, muy bueno.

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  5. Muy bueno, talentosísimo con las metáforas en una redacción atrapante. Felicitaciones

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  6. Hermosisimo, da gusto aprender con profesores de tanto talento, digo lo mismo que Marige un 10 merecidísimo.

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  7. Muchas gracias por vuestros comentarios.
    Lucrecia, Fernando: cierto que hay mucho de Borges en este relato, pero sobre todo mientras lo escribía tenía dos libros en la cabeza (como aquella famosa foto de García Márquez, jaja): La invención de Morel, de Bioy Casares y Niebla de Unamuno. Espero que el relato no se haya asfixiado por exceso de influencias, jajaja.

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