Mi tercero, fue menos traumático, más audaz, más experto, pero la urgencia de seguir sumando le restó importancia.
Del quinto, ni me acuerdo.
Mi primer beso consistió en una aproximación, un cerrar de ojos y un suave contacto que duró toda una vida.
En una playa gaditana, paseábamos de noche, consumiendo la última hora antes del toque de queda impuesto por nuestros padres. Tenía quince años. Hacía dos semanas que nuestras manos se buscaban, que nuestras miradas se fugaban, que nuestros cuerpos encontraban cualquier excusa para rozarse. Dos semanas, el verano tocando a su fin y todavía no nos habíamos besado.
Mis amigos me apremiaban, ella les había confesado que yo no quería besarla, que sólo hablaba y hablaba y la miraba de un modo extraño. En mi defensa argumenté, que porqué tenía que asumir esa responsabilidad, si ella también tenía labios. Nosotros, somos los que empezamos esta guerra, me dijeron. No te esperará siempre.
Fijamos la fecha, sería el sábado por la noche. El lugar, no admitía dudas, la orilla del mar, con las olas de testigos y la oscuridad como cómplice.
Y allí estaba yo, cogidito de su mano, ella hablando, yo sin escuchar una sola palabra, pergeñando algo que me perseguiría para siempre, buscando una señal que me diera el valor necesario para arrojarme al abismo voluntario del primer beso.
Será en la próxima duna, no, es demasiado alta, podrían vernos. Con la próxima ola… son demasiado frecuentes, la marea está subiendo. Una ola alcanza mis pies desnudos, es el momento, no, con los pies enterrados en la arena soy más bajito que ella y estoy en clara desventaja. La playa se acaba y ya llego tarde al toque de queda, soy un fraude, ni siquiera he presentado batalla, esta guerra está perdida.
Alguien grita mi nombre, sumido en tormentosas cavilaciones, sin darme cuenta, la he soltado y me he alejado unos metros. Viene hacia mí, me rodea por la cintura, acerca su boca a la mía, cierra los ojos y me besa. Todo sucede tan rápido, que apenas me doy cuenta de que su lengua está llamando a la puerta de mis dientes, la dejo pasar y sonriendo digo adiós a mi adolescencia.
¿Es que nunca pensabas darme un beso?
Me lo has quitado de la boca.
Muy bueno, Fernando. Felicidades. Me gusta más que los ganadores. Reservamos el voto para cuando estén todos.
ResponderEliminarPor supuesto.
ResponderEliminarEstoy con Lucrecia, he disfrutado mucho leyéndolo. Es genial.
ResponderEliminarTe conocí por este relato, recuerdas??? Te mandé un mensaje para decirte que me había encantado y que en cierto modo encontraba alguna similitud con el mio. Los dos recordabamos nuestro primer beso y aunque con muchas diferencias me encantó comentarlo contigo y recordarlo de nuevo.
ResponderEliminarPues como entonces, me sigue encantando desde el principio, lo del tercer beso que recuerdas vagamente, lo del quinto que ni recuerdas, es genial! Y lo que sigue precioso.
Con tu relato haces sentir esos momentos tan lejanos de aquellos primeros besos...
ResponderEliminarEste relato lo recuerdo porque me pasó como con el de Lara me recuerda mucho a mi adolescencia sobre todo por el lugar en donde sucede, me encanta Fernando.
ResponderEliminarDe un relato que se abre como lo hace este y que se cierra de esa manera solo puedo decir... Bravo!. El ritmo y la narración como un mecanismo de relojería. Me encanta Fernando. Esas primeras frases ya dicen tanto...
ResponderEliminarSupongo que ahora no los llevas en cuenta. A todos nos llega los recuerdos de nuestra adolescencia cuando lees este tipo de relatos. Enhorabuena
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