El cielo estaba límpido sin ninguna nube, la playa desierta, el mar era manso, la brisa aportaba paz y calma… Y ella sentada un su reposera, ensimismada absorbía con avidez los primeros rayos del sol, mientras sus ojos concentrados seguían las líneas de palabras de un grueso libro. Y yo la miraba.
Su mente volaba vaya a saber en qué mundos, con qué personajes, embelesada y sumergida, en vidas que antes ni conocía. Y yo la miraba.
Ella iba al encuentro de algo que estaba a punto de ser y aún no sabía que sería, con el dulce sabor de ir descubriendo lentamente el gusto exquisito de un plato desconocido. Y yo la miraba.
Sus manos suaves daban vuelta las hojas acariciando el papel como quien acaricia un niño. Ella se comunicaba en una intimidad con el libro, en donde él le hablaba y su alma contestaba. Y yo la miraba…"
Muy bonita, Alberto, la historia del mirón de playa, jajaja..., en serio, muy poética.
ResponderEliminarjajaja quise describir el placer de la lectura en una mujer en la playa, y me salió un hombre voyeurista, jajajaja
ResponderEliminar¡Ay, el inconsciente nos traiciona!
ResponderEliminarjajaja, nada de interpretaciones fuera de contexto, jajajaja Son solo giros poéticos, jajaja
ResponderEliminarMe gusto mucho, resultaba relajante y dulce mientras lo leía.
ResponderEliminarMuy bonito y sensual Alberto, es que esta semana lo veo todo muy romantico, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSin duda la expresión de alguien disfrutando de la lectura, puede ser algo, cuanto menos gratificante y agradable de contemplar.
ResponderEliminarMuy bueno Alberto. Recuerdo una película de Garci en la que decían: "saber mirar es saber amar". Pues eso...
ResponderEliminarGracias Marco,sos un buen amigo, me sacaste un peso de encima, jajaja.
ResponderEliminarAlberto amigo, no te apures, tu mirada no es sucia.
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