domingo, 21 de octubre de 2012

Una tarde cualquiera


A pesar de ser otoño, aún hace calor, a pesar de que el sol brilla de forma diferente, sigue calentando todo aquello que envuelve, pero, no lo veo, mi cuarto tiene una ventana miope, un agujero  que asoma a un patio interior en el que es difícil saber si es día o noche. Es una claraboya gris, la luz que desprende está velada, el color sepia lo impregna todo, sería imposible describir una tonalidad más insípida.
Llevo toda la tarde sentada frente a un montón de hojas de papel anónimas, conforman un abanico sujeto a un cuaderno muy especial. Es el cuaderno de los secretos. En él, practico pensamientos, escribo intenciones y también sueños. Es mi cuaderno de vida.
De vez en cuando, levanto la vista y contemplo como pasan y traspasan personas por delante de mi ventana, son vecinos de otros pisos, ellos, seguro que también me ven, pero, bajan la mirada, se sienten culpables al sorprenderme sentada siempre en la misma pose.
Llevo toda la tarde ensayando la forma de contarle una vez más a Juan que le quiero, que no he olvidado su presencia a pesar de la tenacidad de su ausencia, que mi estómago se alborota segundo a segundo con su recuerdo. Escribo frases y luego las tacho, escribo palabras y luego las borro. Así muchas veces.
Nunca leerá mis notas.
Aquel día, en aquel accidente, él, perdió la vida y yo, las piernas.

6 comentarios:

  1. Ni una palabra de más, ni una palabra de menos... estupendamente planteado el entorno y los sentimientos de esta mujer, todo con la misma tonalidad: su vida

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  2. Muy buen relato con un final sorprendente!!

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  3. Jo, Mer, casi me muero leyendo. Me encantan tus descripciones. Y el final me ha removido. Perfecto.

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  4. De acuerdo con todas, me ha gustado mucho, Mer.

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