Tengo que estar a las nueve en el
Casino y no acierto a articular palabra. Le prometí a Pablo que le acompañaría
a esa fiesta ridícula. Siempre asiste el mismo tipo de gente, aunque hoy, hoy no
consigo perfilar ni una sola de sus caras, ni recordar un solo nombre completo.
Pablo dice que son sus amigos, sus
colegas de profesión… Seres muy importantes y relamidos… Cada vez con más
frecuencia, esos cenáculos, me excitan trances de ira que me abocan a
encorsetarme el sentido común.
¿Qué voy a hacer? He gastado media
tarde en un peinado imposible de acarrear sin terminar con dolor de cabeza. La
ropa y los abalorios son dádiva de Pablo, como siempre me ha surtido de lo preciso
para destacar en el evento. El resto, lo pongo yo: idiomas, cultura,
conversación y simpatía…
¡No puedo excusarme! Soy su coach personal y esta noche además, soy una
mujer con un dolor de muelas mayor del que puedo soportar.
¿Dolor de muelas? Inexperadísimo final, me ha arrancado una sonrisa y también he tocado madera porque bajo los efectos de semejante dolor, se pierden las buenas formas, la votuntad y mil cosas más.
ResponderEliminarBuen micro.
Un abrazo Mer.
jajja, buen e inesperado final, Mer!!
ResponderEliminarMuy bueno, la verdad es que entre el susto y el dolor de muelas...Me quedo con las muelas, ja, ja!!
ResponderEliminarjajajaja, qué bueno!!!! Dolor de muelas!! Eso sí que fastidia cualquier evento. Genial, Mer
ResponderEliminarBuen micro, Mer.
ResponderEliminarJajaja buenísimo Mer. Lo mejor el final.
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