“A mi querida
madre:
Hoy hace un año
desde que dejé el pueblo y vine a buscar fortuna a la ciudad y debo decirle, madre, que no pasa un minuto sin que desee volver a su lado. Pensé que en la
ciudad encontraría un buen trabajo y las oportunidades necesarias para
desarrollar mi prosa, pero desde que he llegado solo he encontrado miradas de
desprecio y soberbia, seguramente por ser mujer. Tenía que haberle hecho caso, madre, cuando me dijo que la ciudad no era el lugar para una mujer solitaria.
Aquí, además de las
pocas oportunidades que he encontrado, el clima me hace estar triste cada día.
Los días son lluviosos y húmedos, las noches son frías y solitarias.
¡Ay! Madre,
conocí a un hombre que me enamoró hasta el alma, si pudierais escuchar las
cosas tan bellas que me susurraba al oído…dijo que me ayudaría a encontrar
editores para mis escritos, pero un día se marchó y no volví a verle más.
Creo que volveré
al pueblo con usted, madre, tengo muchos deseos de verla.
Su hija que la quiere.”
Sofía observó el
papel mientras las lágrimas le surcaban el rostro, recorrieron sus mejillas,
emborronaron su maquillaje y mancharon la carta. La alzó para verla mejor, aquella carta era
la confirmación de su fracaso. Unas risas le llegaron a través de su ventana,
dos niñas jugaban a la comba, recordó cuando ella tenía su misma edad y soñaba
con triunfar y ser una gran mujer. Sonrió para sus adentros y tomó una
decisión. Arrugó la carta y la tiró al suelo, mojó de nuevo la pluma en el tintero y se
dispuso a escribir.
“A mi querida
madre:
Hoy hace un año
desde que dejé el pueblo y vine a buscar fortuna a la ciudad y debo decirle, madre, que no pasa un minuto sin que recuerde su sonrisa. En la ciudad he
encontrado un buen trabajo y algunas
oportunidades para publicar mis escritos, la gente me mira con respeto y
admiración, quizás por ser mujer. Estaba equivocada, madre, cuando me dijo que
la ciudad no era lugar para una mujer solitaria.
Le encantaría el
clima, los días son soleados, invitan a pasear por los parques y las noches
aunque frías son muy acogedoras.
¡Ay! Madre, he
conocido a un hombre maravilloso, estamos muy enamorados, me dice unas cosas
preciosas, como padre se las decía a usted. Me ayudó a encontrar algunos
editores interesados pero ninguno lo consideré suficientemente bueno.
Creo que pasaré
una temporada más aquí, en la ciudad. Tengo muchos deseos de verla.
Su hija que la quiere.”
Muy bonito relato que descubre cómo somos las mujeres, siempre pensando en no hacer daño ni causar dolor a los demás.
ResponderEliminarCreo que las madres leemos entre líneas... Muy bonito.
ResponderEliminarPrecioso relato, Amparo y muy bien contado y redactado.Me gusta la forma en que se dirige la protagonista a su madre en la carta, quizás como hace años se hacía. Has reflejado bien, incluso, la época en la que parece estar hecha la foto.¡Buen trabajo!!
ResponderEliminarMe parece muy triste. ¿Por qué las mujeres somos así? Pero me encanta como está narrado.
ResponderEliminarMuy bien Amparo, me ha gustado mucho, solo una pega: cuando usas "madre" en vocativo ha de ir entre comas, lo repites varias veces:
ResponderEliminar"debo decirle, madre,"
Las comillas las ha puesto desde el principio de la carta. No sé si sería así lo correcto.
Eliminar¡Muchas gracias por el apunte Lucrecia! Quizás tendría que haber puesto letra cursiva para diferenciar las dos cartas del resto del texto, en vez de las comillas.
ResponderEliminarEl relato es triste pero también una muestra de constancia. Sofía, además de evitar que su madre sufra, escribe la segunda carta para recordar que fue lo que le llevó a la ciudad, darse ánimos y no dejarse llevar por la frustración.
Sentimientos encontrados los de Sofía; una mujer fuerte. Me gusta mucho la narración de tu relato.
ResponderEliminarGracias a todas!
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