Naciste
en una familia problemática. Tu madre te llevó de un sitio a otro y nunca
tuviste un hogar. Con tan sólo doce años, sufriste lo que ninguna niña debería
sufrir, los abusos repetidos por parte de tu tío y tus primos. Tu madre no te supo ayudar, y,
cargando con sus propios trastornos emocionales te encauzó, aún muy joven,
hacia el mundo de la fotografía. Primero fuiste modelo y, rápidamente, pasaste
al mundo del cine.
Prefiero
llamarte Norma. Imagino que el ridículo nombre que te pusieron fue para atraer
a un tipo determinado de público y así lo hiciste, pero tú, Norma Jean, nos
diste mucho más que tu belleza, nos diste tu talento.
Dijiste
una vez que no te interesaba el dinero, que sólo buscabas ser maravillosa.
Parece una frase pueril, pero lo fuiste. En el sentido cinematográfico nos
llegaste a maravillar, pero tu vida privada fue, sin buscarlo, un auténtico
infierno.
Cuando
rodabas “El príncipe y la corista”, sufriste tu primer aborto espontáneo. Ya
eras célebre, sin embargo, eso no impidió que los monstruos que daban vueltas
en tu cabeza no te dejaran dormir por la noche y, el alcohol y los
barbitúricos, se hicieron tus amigos inseparables. El segundo aborto se produjo
rodando “Con faldas y a lo loco”, para entonces, visitabas al psiquiatra, que
aún te recetaba más somníferos. Comenzaste a olvidar los diálogos y los que no
te conocían lo achacaban a tu estupidez. Pero los directores te adoraban y los
productores se frotaban las manos.
Hubo
quien dijo que, en las escenas dramáticas, excavabas dentro de ti para sacar
tus demonios, que no tenías técnica de actuación, que eras tú misma.
Enamorabas
a hombres y a mujeres, porque ellas veían en ti a la niña que llevabas dentro.
¿Y tú? Qué se hizo de tus amores o, mejor, qué hicieron ellos de ti.
Nos
despertamos un día, siendo niños, con la noticia de que te habían encontrado
muerta en tu cama, desnuda. Que habías tomado una sobredosis de barbitúricos o
que te los habían hecho tomar, según versiones posteriores. La causa sigue
siendo un misterio. Pasaste a engrosar la lista de los más hermosos y jóvenes
cadáveres; James Dean, tu amigo Montgomery Clift, seguramente olvido a alguien.
Todos teníais algo en común, ese interior atormentado que todavía vemos en
vuestras actuaciones.
Te
dejo por hoy, Norma, no estoy cansada, no tengo sueño, pero tengo, como tú, el
mismo amigo que me acompaña por la noche, pequeño, redondo y blanco que trago con
un sorbo de whisky.
Un final inesperado y espeluznante!! Por otro lado, nos haces ver a la persona y no al producto publicitario. Muy buen relato, Amparo!!
ResponderEliminarMe encanta, Amparo, como describes esta otra cara del éxito de esta mujer incomparable. Felicidades, prima.
ResponderEliminarBravo, bravo y bravo!!! Me encanta Amparo. Norma Jean retratada con un aliento poético y una crudeza magnífica. Hay una foto de Norma que me gusta mucho: esa en la que está leyendo el Ulises de Joyce...
ResponderEliminarGracias, buscaré la foto que me dices, seguro que es fantástica. Aquí, me pareció más natural, más ella misma. Además, parece recién sacada de un revista de moda actual. Además de guapa, tenía estilazo.
ResponderEliminarMe alegra haber conocido hoy a Norma, sólo conocía a Marilyn. En cuanto a la mezcla del final, ¡cuidado!.
ResponderEliminarMás que un relato parece un epitafio. No obstante creo que has logrado sintetizar muy bien su vida desde un punto de vista cercano al de la psiquiatría. Te recomiendo que veas el documental: "Últimas sesiones con Marilyn Monroe". Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, gracias a todos.
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