Pálida y balbuceante te presentaste en el banco acordado. Traías mala cara. Arrastrabas contigo un inmenso cansancio. Un halo de resignada tristeza envolvía tu rostro.
Recuerdo que me sobresalté al ver tu estado, pero no te dije nada. Nuestro malentendido nos había llevado a un callejón sin salida. Nos limitábamos a transmitirnos solo la información necesaria para seguir con la investigación. Esto era así desde que, por despecho, aceptaras casarte con aquel nazi para ejercer de espía en su propia casa. El orgullo, el tuyo y el mío, nos condujo hasta aquí.
Nuestros encuentros, en apariencia casuales, en aquel banco, permitían que nos siguiéramos viendo muy de tarde en tarde.¡Cuántas veces me arrepentí por haber permitido que llegáramos tan lejos! ¡Cuántas veces me maldije!
A la siguiente cita ya no acudiste. Era la primera vez que sucedía. Recordé lo desencajada y temblorosa que te había visto la última vez. Mi instinto dejó a un lado a mi arrogancia y me puse en marcha. Algo fallaba y yo iba a averiguar qué.
Yacías desmadejada en la cama cuando te encontré. Te incorporé y te abracé como siempre debí haberlo hecho. Te agarraste a mi cuello con la poca fuerza que aún te quedaba, y con voz inaudible me susurraste que te estaban envenenando, que no te dejara, que te sacara de allí. -No, ya no, mi amor, ya no – te repetía. Vamos a salir de aquí, tú y yo, vamos cariño, haz un último esfuerzo, incorpórate.
Te sujeté fuerte por la cintura. Abrazada a mí, apoyaste la cabeza en mi hombro, y con paso lento, pero firme, descendimos peldaño a peldaño aquella interminable escalera, frente a la mirada asombrada de aquellos criminales.
Arranqué el coche mientras tu marido, atónito, pugnaba por subir también, en un intento por huir de una muerte segura a manos de los suyos.
Te alejé de aquel infierno, y desde entonces, soy todo tuyo.
Maravillosa recreación de una de las grandes, grandes películas del maestro Hitchcock. Me ha encantado Geli. La progresión en el ritmo narrativo es impresionante. Por cierto, hay un momento en tu relato en el que repites la palabra "veces" en tres ocasiones en un intervalo narrativo muy corto. Entiendo que las dos últimas tienen un efecto buscado o intencionado; no estoy tan seguro de la primera. ¿Es así, compañera?
ResponderEliminarGracias Marco por la advertencia. Tienes razón. Las dos últimas son intencionadas. No así la primera. Debo decir que el texto me salió fácil, de tirón. Para mí es una buena noticia. Significa que ya no me da tanto miedo la escritura, que empiezo a disfrutarla.
EliminarLa primera la resolveré con la acertada observación de Malén.
Gracias compañero. Me encantan estos ejercicios de corrección. Me enseñan mucho. Me encanta aprender.
Me ha gustado mucho, como te dice Marco revisaría una construcción, el párrafo de "Nuestros encuentros...eran las únicas veces que nos veíamos " algo así como " Nuestros encuentros...permitían que siguiéramos viéndonos muy de tarde en tarde" Así eliminas la repetición y esa oración tan rara. Es una sugerencia. Besos.
ResponderEliminarMalén eres un "crack". No te lo había dicho hasta hoy, pero a menudo, sueles hacer tu observación sobre las frases que a mi tampoco me convencen de mi texto. Esa frase me chirriaba, pero como le he explicado a Marco, el texto salió fácil y lo edité sin revisión.
EliminarMuchas gracias. No dejes de corregirme nunca, "porfaplis". Buen día.
Tú, también otra, Gelicrack, me gusta!!
EliminarEs una idea genial recrear una escena de película como si fuera una novela escrita sin saberse vista en la gran pantalla.
ResponderEliminarLa idea surgió cuando pensé que el texto podía contarlo Gary Grant.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Bravo Geli, me ha encantado.
ResponderEliminarAplausos, a mí también me ha encantado.
ResponderEliminarPrecioso Geli y muy bien escrito, a mi gusto. Muy original la narración desde el punto de vista de nuestro amigo Gary. Enhorabuena. Besos.
ResponderEliminarVoy a etiquetar este relato debidamente. ¡Qué despistada, soy!
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