Llegaron a la costa con el alba, como se llega a los sitios por primera vez, con las manos vacías y la memoria llena de historias, o estorias como dicen los ingleses. Un paraíso no por tener todo lo que necesitan, sino por lo que les era prescindible. No obstante, las moscas y las sempiternas gotas de sudor recorriendo sus caras una y otra vez hacían del lugar un seguro contra los molestos turistas urbanitas, tan voraces y feraces desde que llegara la decadencia.
Tan solo tenían que recordar uno de los relatos hasta el resto de sus días. Había llegado el tiempo de buscar a quién trasmitírselo.
Bonita historia Eufrasio, me gustan las últimas frases, ahora la tradicción oral está olvidada, por desgracia.
ResponderEliminarA mí me recuerda "Fahrenheit 451", la reserva de los libros vivientes, después de la prohibición.
ResponderEliminarEs demasiado prometedor como para no seguirlo...
ResponderEliminarQue bonito Eufrasio, gracias por tus letras que siempre me hacen sentir bien.
ResponderEliminarDe acuerdo con Marige, un lujo tus relatos, aunque yo disfruto más cuando escribes en clave de humor.
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