Mario
conducía su BMW por la autopista. Cecilia, giró la cabeza para mirarle y dirigirse a él:
-Cariño… ¿Por qué no paras
en la próxima salida? No me encuentro bien… Necesito ir al baño…
Sin contestar, Mario pensó
en su reciente viaje de negocios por Alemania, en el joven Helmut y en el
dinero que había ganado gracias a su colaboración. Por el contrario, qué pesada
le resultaba últimamente Cecilia y su manía por los concursos literarios. Antes
era más solícita con él y no se empeñaba en viajar de ciudad en ciudad,
recogiendo premio tras premio. Para él era una pérdida de tiempo, además los
galardones no se traducían en grandes sumas de dinero, como mucho un diploma,
una noche de hotel y cena gratis entre gente
que se dedicaba a perder el tiempo de la misma forma que ella. Antes no era
así. Cuando llegaba a casa, la cocina olía a gloria gracias al curso de Alta
Cocina que Cecilia había aprovechado la mar de bien. Desde que se presentó a
ese certamen de relatos, que seguro ganó de chiripa, la vida de ambos se había
transformado.
Cecilia miraba a Mario…
Desde que se dejó crecer el bigote, ya no le parecía tan atractivo, le hacía
parecer mayor. Últimamente se mostraba serio y taciturno. Seguro que se veía
con otra mujer, aunque este pensamiento no le hacía daño, al contrario, ya no
le importaban sus ausencias, prefería quedarse frente a la pantalla de su
ordenador inventando historias que luego publicaba en innumerables blogs con
gran éxito. Gracias a la literatura tenía muchos amigos y había viajado por
toda España. Esto le satisfacía mucho más que salir a cenar los fines de semana
con los aburridos amigos de Mario y sus tediosas conversaciones de negocios.
Se escuchó un sonido
agudo, como de instrumento músico-espacial. Era el móvil de Mario:
-¿Helmut? ¡Querido amigo…!
¿Cómo te va? ¿Que estás en Vigo? Precisamente me encuentro muy cerca, qué
casualidad… Hotel Marysol, habitación 504. De acuerdo, cenaremos juntos.
- Intuyo que no me vas a
acompañar a la entrega de diplomas… No te preocupes, sal a cenar con Helmut.
- ¿No te importa?
- No, en absoluto.
Cecilia recogió su premio
y salió a cenar con los organizadores del concurso y los demás autores. Se
encontraba tan relajada entre ellos que
olvidó a Mario y continuó la velada nocturna por los locales de copas de la
ciudad. Precisamente, en uno de ellos, mientras charlaba vio a Mario de espaldas y de frente a Helmut, a quien no
conocía en persona. Era rubio y de ojos claros, de porte elegante. No apartaba
su mirada de Mario y sus largos dedos rozaban los de su marido… Bebió un largo
trago de su copa y comenzó a imaginar quiénes serían los protagonistas de su
próximo relato.
Engracia se despertó de
repente sobresaltada, mareada y confusa. Esa noche había repetido su estancia
en la habitación 504. Se dijo a sí misma que no lo haría más. Ya no sabía en
qué habitación se encontraba…¿La mujer rubia no pertenecía al sueño de la 409?
¿El hombre del bigote era el mismo que se la pegaba a su mujer? ¿Le engañaba
con un hombre alemán? ¿El golpe con la botella le había dejado fuera de combate
o había sido el boxeador de la suite 701? “Hoy
mismo me busco un piso baratito…”
Muy divertido e ingenioso, Amparo. Felicidades.
ResponderEliminarGracias. A ver si consigo contactar con mis musas que andan por ahí sin rumbo...
ResponderEliminarQué gracia, me ha gustado esa continuación. Creo que podríamos escribir una novela. No pares, Amparo!!
ResponderEliminarGracias, Maga. Engánchate tú también, que te echamos de menos...
EliminarGENIAL, GENIAL, GENIAL, Amparo. Me ha hecho mucha ilusión que me dedicases el relato, que en dos palabras, está cojo nudo. Vaya si tienes tú también imaginación, querida amiga...
ResponderEliminarVenga, vamos a ver si continuamos animando un poco este blog. ¡Al ataque!
Gracias, Rafa. Eso espero!!!
EliminarMuy imaginativo Amparo.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo .
Gracias Yolanda. Un placer verte por aquí...
EliminarAmparo,que Cecilia no este preocupada por Helmut, la mariscada de la ceremonia de entrega premios fue mil veces mejor que la cabellera rubia de Helmut. Donde este un buen centollo...
ResponderEliminarMuy bueno el relato-continuación de ese ingenioso hotel.
Un beso desde Vigo (la otra noche estuve en aquel pub... no estaba Helmut)
Gracias Reca! A ver si me acerco a Vigo. No he estado nunca y me he atrevido a ubicar el relato gracias a Rafa... Me seduce lo del centollo y lo del pub también, aunque no esté Helmut, además él prefiere a Mario...
ResponderEliminarMuy divertido, además nos hace entrar en la realidad -del relato- y en la ficción, balanceándonos, dan unas ganas de sumergirse en ese fantástico hotel...
ResponderEliminarGracias Asun!!!
EliminarY luego dices que las musas no te acompañan. Muy imaginativo y divertido Amparo.
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