Después de tantos años estos muros me cuentan una y otra vez aquel fatídico día. Mi mirada se fija en cualquier nueva mancha de humedad en esta pared convertida en mi piel. Mi cuerpo, este habitáculo enmohecido. Mi esqueleto, este amasijo de carne pegado al hueso, mi espíritu enmudecido, quizá escondido.
"...Cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, y no obrarás mal..." (Salmo 37:8) repite mi voz a mis oídos cansados. Una y otra vez, una y otra vez. El tiovivo de la conciencia no para de girar mostrandome cuatro rostros blanquecinos.
Lo que he sido y lo que soy son enemigos que se alian en ocasiones, con la desconfianza lógica, con una prudencia en ocasiones irracional. Me creía fuerte, seguro de mí mismo, equilibrado. Nunca nada ni nadie alteraría la cuerda de mi existencia. Me creía seguro, con fortaleza, caminando con paso fuerte y decidido.
"...Cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, y no obrarás mal..." (Salmo 37:8) leo constantemente en estas hojas cosidas por la aguja de los sastres de los dioses.
Esa presa de aguas serenas, la poca disposición de mi mente es la que hizo que una lluvia fuerte, una tempestad de emociones hiciese que los muros de mi seguridad se quebrasen.
Recuerdo la primera grieta, el egoismo. tengo presente la siguiente, la injusticia. El espíritu de venganza. ¿Qué importaba el destino de mis flechas?. Cualquier palabra ajena o mirada me servía. No era defensa. Nadie me atacaba, o sí. Yo mismo empujaba el odio hacia la superficie entrando en erupción. La lava arrasaba la tangente de mi mundo sin importarme el tormento.
Mi espíritu contaminado tan sólo espera el castigo y no lo hallo. Espero, aguardo el golpe final que se me escapa por los rincones del olvido. Encerrado en esta prisión aguardo la muerte.
Cuatro muertos me hablan cada día sin tregua. Cuatro esquinas que encierran mi alma aprisionan mi mente.Mientras tanto la única frase que mis oídos escuchan es la que de mi boca sale: "...Cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, y no obrarás mal..." (Salmo 37:8) .
Magnífico lenguaje apocalíptico que parece extraído de un tratado sobre la ira. Espero y deseo que tus cuatro muertos merecieran la pena para que halles el descanso merecido!!
ResponderEliminarUn texto atrapante, la repetición del salmo es como un mantra. Un placer leerlo.
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