Acabó
de leer la última página de su novela y se quitó las gafas henchido de
satisfacción. Estaba completamente enamorado de ella, de cada capítulo, de cada
página, de cada metáfora. No sabía qué dirían los editores pero no le
importaba, él había conseguido su objetivo y le daba igual convertirse en un
autor incomprendido o maldito. Ya sabía que el éxito es, la mayoría de las
veces, más fácil para los mediocres. Solo tenía que recordar las ventas
millonarias de las Cincuenta sombras de
Grey, la vomitiva novela de James, que ya amenazaba con convertirse en la
película más vista de la historia del cine. Encendió un cigarrillo y dejó volar
su imaginación con las notas de Bach que salían de su equipo de música. Se vio
rechazado por las principales editoriales, arruinado, desesperado y lleno de
orgullo al mismo tiempo. Se imagino
colgado de una lámpara mientras su libro era considerado, por los
ambientes intelectuales, como uno de los mejores de la década. El sonido del
teléfono interrumpió sus ensoñaciones:
-
¿Sí?
-
¿Aurelio Martínez?
-
Soy yo.
- Le
llamo de la consulta del doctor Alapont. Es para recordarle su cita de mañana a
las 16:00 horas.
-
Gracias, allí estaré.
Qué
fastidio, le tocaría ocultarle al psiquiatra sus fantasías de suicida si no
quería un aumento de la maldita medicación.
Con lo bien que te lo pasas pensando en suicidarte... Ja ja ja. Muy bueno, Lu. "En un tres i no rés" como decimos por aquí, has montado un micro muy chulo. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, Rafa.
EliminarNo tengo ni idea de quien es el tal Grey, que tan nombrado está últimamente, pero si que me encantaría leer esa novela de Aurelio cargada de romanticismo mediterráneo (latino) más nuestro y más autentico.
ResponderEliminarMe gustó tu micro, Lucrecia. Enhorabuena... No se lo contemos al psiquiatra.
Gracias, Recaredo. No le diremos nada.
EliminarSuicidarse... lo último! Escribir, escribir y escribir. Esa es la mejor terapia. Muy bien Lu, no pares...
ResponderEliminarOpino como Amparo, lo mejor, antes que la química o cualquier otra decisión escribir y escribir. Corrige un acento que se te olvidó por ahí... en... Se imaginó. Besos. ¿Podemos corregirnos ahora? Lo he dicho sin preguntar, disculpa.
ResponderEliminar¡Menuda imaginación Lu! Aunque no tengamos inclinaciones suicidas sí deseos de escribir.
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