Yo
era una persona normal hasta que aquel demonio rojo entró en mi vida. Cumplía
con mi trabajo y disfrutaba de pasiones
que llenaban el resto de mi tiempo: me pasaba horas enteras devorando libros y
hacía mis pinitos literarios con pequeños cuentos que, aunque defectuosos, me
llenaban de satisfacción. Hice muchas amistades a cuenta de estos anhelos
intelectuales. Llegamos a crear una asociación en la que compartíamos
historias, celebraciones, concursos y afectos, muchos afectos. Pero llegó él y
fue enredándome poco a poco con sus malas artes. Al principio parecía una
continuación de mi anterior vida, tenía un acceso a la gente mucho más rápido
que antes y podía llevarlo a todas partes pero luego empezó a desplegar un
enorme abanico de tentaciones. Su ring ring era constante y me impedía realizar
ninguna otra actividad: que si Amparo quiere jugar contigo al Apalabrados, que
si Bumbún le reta a una partida de trivial, que ha recibido un WhatsApp de no
sé quién… Pero no podrá conmigo, a partir de hoy no pienso hacerle ni caso. Si
en mi larga vida he sabido librarme de todas las adicciones no va a poder
conmigo este maldito aparato.
jejeje, No te pienso mandar ninguna invitación a ese juego diabólico llamado Apalabrados. Yo también quedé prisionera en su red.
ResponderEliminarUn buen comienzo que augura más relatos y aventuras aquí compartidas entre antiguos y nuevos amigos. Recobremos la pasión por escribir!!!
Gracias, Amparo, que así sea.
Eliminar¿Recordamos hace apenas cinco o diez años, cuando el teléfono solo servía para conversar o enviar algún mensaje importante? Ahora se ha convertido en un elemento indispensable y si el que tienes no es de última generación, es muestra indiscutible de que eres un pobre desgraciado. ¿Por qué nos dejamos seducir por la llamada evolución? ¿Por qué no descorremos el telón y vemos que detrás está escondido ni más ni menos que el más puro consumismo?
ResponderEliminarBuena reflexión, Lu. Te aconsejo una larga cura de desintoxicación a base de escribir, escribir y escribir, que como aquí demuestras es una de las cosas que mejor haces (y no aseguro que la mejor, porque no te conozco lo suficiente).
Tic tac, tic tac, estamos esperando tu próxima aportación. No nos hagas esperar.
Gracias, Rafa, vamos a ver si recobro el hábito.
ResponderEliminarCreo que todos somos un poco adictos a las bondades (y maldades) de las nuevas tecnologías, pero no podrán con nosotros, no.
ResponderEliminarUn abrazo .
¿Tú también, Yolanda? Yo les declaro la guerra desde ya. Un abrazo.
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