Fui yo la que salvó de una muerte segura a mi señor. Sus
propios hijos, ávidos por heredar su enorme fortuna, intentaron envenenar al
anciano y venerable padre. Yo contemplaba su decaimiento y sospeché que habían
alterado alguna de las medicinas que tomaba. Ese día dejé de suministrárselas y
le di una de mis infusiones purificantes como bebida. A las pocas horas, empezó
a recobrar el color sonrosado de sus mejillas, abrió sus ojillos brillantes y
levantó una mano huesuda implorando mi atención. Al acercarme, le hablé al oído
de las intenciones de sus vástagos. Primero, se entristeció, pero luego, sus
facciones se tensaron manifestando su rabia y me susurró las nuevas tareas
complementarias a mi labor.
Es muy sencillo: cada vez que alguno de sus hijos abandona la
casa por la puerta principal, una teja o varias se desprenden
precipitándose sobre la cabeza de alguno de ellos. La casa es tan antigua… y
además, hay tantos gatos… Hoy le ha tocado a la hija mayor, Beatriz…
Me ha gustado mucho, Amparo, siempre con un final sorprendente. LA foto le va fenomenal a tu relato. Creo que has puesto más comas de las necesarias como por ej. en: , o varias, se desprenden...Nunca coma entre el sujeto y el verbo. Un beso.
ResponderEliminar¡Gracias, Malén, corrijo!
EliminarBuen micro, Amparo.
ResponderEliminarGracias, Lu!!
EliminarEl año ha empezado con muchos deseos de hacer justicia por lo que veo... Me ha gustado mucho Amparo.
ResponderEliminar¡Vaya puntería la de la doncella! Debe ser porque piensa heredar.....,jeje. Bonito relato, Amparo.
ResponderEliminar¡Gracias, Mer. Gracias también a Dori!
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