Mi
padre me regaló un teléfono inteligente de última generación. Llevaba más de un
año insistiendo pero tuve que esperar hasta mi diecinueve cumpleaños. Al fin
era mío y podría sacarlo con orgullo delante de todos mis amigos. Lo que yo
ignoraba es que era tan listo que me daba un bofetón cada vez que yo decía
alguna tontería. He tenido que esconderlo bajo llave en un cajón de mi armario.
Ya no quiero saber nada de estos horribles aparatos. Ahora procuro quedar con
mis amigos cuando me despido de ellos en lugar del acostumbrado “luego te llamo”.
Jajja, pues no te extrañe que en un futuro....
ResponderEliminarOriginal historia, prima.
Lu, es muy interesante esa idea, me gusta; se me ha hecho muy corta, jeje.
ResponderEliminarCuánta ironía en tu texto, Lu. Me gusta mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarSi te parece Lu, se lo enviamos a algunos políticos y a ver como amanecen al los días... Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarOjalá todos los teléfonos fuesen así de inteligentes.
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