He soñado el inconcebible dolor.
He soñado mi espada.
He soñado a Elisabeth de Bohemia.
He soñado la duda y la incertidumbre.
He soñado el día de ayer.
Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido.
Acaso sueño haber soñado.
Siento un poco de frío, un poco de miedo.
Sobre el Danubio está la noche.
Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.
J.L. Borges, La cifra (1981)
Cuando Descartes conoció a Elisabeth de Bohemia, se enamoró perdidamente de su belleza e inteligencia. "Será ella una excepción -se decía- o acaso el bello sexo también posee las mismas capacidades intelectuales de un hombre". La princesa fue su anfitriona y alumna pero él jamás osó declararle abiertamente su amor. La sombra de su pasado rondó siempre aquella relación. La batalla de la Montaña Blanca, en la que participó del lado de los Hasburgo en 1620, planeaba sobre la conciencia de René; eran los inicios de la Guerra de los Treinta años que enfrentó a católicos y luteranos y, en ella, Descartes luchó en el frente y realizó labores de espionaje.
Elisabeth mantuvo con el filósofo una amistad intelectual y, más tarde una larga correspondencia en la que se puede rastrear algo más de lo que las líneas dicen. Ella nunca supo que el filósofo colaboró en la derrota de su padre, Federico V, en aquella Montaña blanca.
Que bella historía lucrecia, ¿ es leyenda o realidad?
ResponderEliminarPues hay algo de realidad y supongo que algo inventado, pero esta basada en hechos reales. Gracias, Gertrud.
EliminarHermoso amor platónico!!
ResponderEliminarMe encantan tus relatos históricos, muy didácticos!! Sigue, sigue!!
ResponderEliminarGracias, Maga, lo intentaré.
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