Le sirvió el wisky y se sentó junto a él. Le encantaba contemplarlo embelesada mientras elaboraba sus rápidos bocetos sobre cualquier papel que encontrara. Mientras, le iba explicando
muy concentrado, sus ideas sobre ellos. Todo le parecía bien, aunque no entendiera demasiado. Al fin y al cabo, él era el artista reconocido. ¿Qué sabía ella de
luces, tonos y contrastes; pigmentos y acrílicos? Era la estrella invitada y lo
adoraba. Participaba desde el principio en el proceso creativo de su compañero
como una musa llegada desde cualquier pliegue de su brillante cerebro. Sabía que eso
tenía un precio: sumisión total y absoluta a su voluntad, aunque no le
importaba. Seguiría siendo la inspiración de su obra, mientras la fascinación que él sentía por sus curvas durara.
Me siento identificada,-un poco- con la protagonista. A veces, esa fascinación que ejercen ciertos hombres seductores sobre las mujeres, hacen que, inconscientemente, nos veamos bajo su yugo. Buen micro, Malén.
ResponderEliminarMuy bueno, Maga, aunque a mí no me gustaría estar en el papel de tu protagonista.
ResponderEliminarMalén, me gusta mucho, refleja la sumisión de aquellas personas (no necesariamente mujeres) subyugadas a otras por sus encantos o capacidades.
ResponderEliminarLa química entre personas es así, irracional e incompresible... Un abrazo.
ResponderEliminarEs duro, porque esas historias son reales, cuando ella envejezca, él, tirano y déspota, la dejará y buscará otra musa joven que lo inspire. Crudo, Malén, pero me gusta
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