Nunca pensé que una simple llamada
de teléfono pudiera causar tanto daño a nadie. Observé cómo aquel instrumento, creado
con la función básica de enlazar a las personas y comunicarlas, extendía ante ellas un desierto infinito. Aquella joven se desprendió de él pálida, como si le hubieran asestado una bofetada auditiva y una fuerza centrífuga la alejara del mismo. Volvió sobre él y lo
estrelló con rabia contra el suelo, lo pisoteó una y otra vez, mientras le increpaba entre llantos: ¡te vas a enterar,
maldito traidor!
Tras ese desahogo momentáneo, se derrumbó y un silencio de tristeza se apoderó de toda su persona.
Me gusta, Malén, esa bofetada figurada. Un abrazo.
ResponderEliminarMucho desconcierto, rabia y tristeza, por ese orden. Y lo mejor de todo es que al leer tu texto, se siente desconcierto, rabia y tristeza. ¡Está genial, Malén!
ResponderEliminarUn abrazo y un beso.
Posiblemente le dieron una noticia que le abofeteó el corazón y la razón... El teléfono es un invento estupendo, nos da inmediatez en el contacto con otra persona.
ResponderEliminarMe ha pasado com a Geli, también he sentido rabia al leer tu relato. Muy bien conseguido
ResponderEliminarA veces el teléfono es el mejor instrumento de los cobardes y en esos momentos no merecen seguir funcionando.
ResponderEliminarJo, Malén, pobre teléfono, él no era el culpable. Me ha gustado porque tod@s alguna vez hemos sentido esa bofetada y hemos actuado con ira hacía el aparato inocente y solo transmisor de una mala noticia.
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