Vivo en un pequeño pueblo en el que
todos nos conocemos. Cuando de chiquillo me cruzaba con los viejos, con los
abuelos y abuelas de mis amigos, los evitaba a toda costa. Si se acercaban
hacia mí, tomaba la primera calle a derecha o izquierda o bien daba media
vuelta, aunque tuviese que desviarme mucho de mi ruta. Si los veía venir de
lejos, me ocultaba detrás de un árbol o de una esquina hasta que pasaban de
largo. Cualquier cosa antes que sentir sus voces, que tener que saludarles.
Cada uno de esos ancianos arrastraba, cosida a su cuerpo, una oscura y funesta sombra
que me horrorizaba. Después crecí y, afortunadamente, dejé de percibir esas
manchas siniestras.
Esta
mañana me he topado con Asun, una de las nietas de mi primo Tomás. La niña, a
la que tuve en brazos el día de su bautizo, me ha ignorado con poco disimulo cruzando
al otro lado de la calle. Su expresión de espanto era inequívoca: ha
vislumbrado mi sombra, esa extraña imagen que solo algunos niños pueden
advertir y que representa el preludio del fin.
El Ciclo de la Vida, Rafa. Mi madre me decía de pequeño "¡Ya lo entenderás cuando tengas hijos!" Y así ha sido que el otro día se lo dije al mayor (bueno tiene 9 años todavía). Excelente texto aunque te deja un mal cuerpo que... Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tus comentarios, David. Siempre me habían dicho que la vida no corre, vuela, cuando tienes tu primer hijo. Y es cierto, pasa tan rápido que no te deja tiempo ni de arrepentirte por todas esas cosas que quisieras haber hecho y no has podido o intentado. Un abrazo.
Eliminar... Y me ha vuelto a gustar, Rafa, todo vuelve siempre a su origen y nosotros tardamos toda una vida en darnos cuenta. Un enorme abrazo, amigo.
ResponderEliminarGracias, Reca. Mi padre me recuerda a veces la imagen metafórica de la vida que mostraba un libro de texto que tenía cuando era pequeño: un tren, en el que suben los recién nacidos y bajan los ancianos. En realidad eso es la vida, ni más ni menos, un viaje corto o largo, dichoso o desgraciado. Somos los pasajeros de un vagón repleto de sorpresas. Un abrazo.
EliminarWow, me ha encantado. La simplicidad del cuento lo hace estupendo. Es de premio... Felicitaciones amigo, escribes muy bien y transmites un sentimiento claro, sin tapujos ni adornos innecesarios.
ResponderEliminarGracias, Pernando. Aunque David tiene algo de razón, es un poco macabro...
EliminarSí, ¿Y? Esa es una forma de expresión más. Para mí es bastante sutil, macabro sutil.
EliminarEl relato es desconcertante, la primera vez que lo leí me ocurrió igual que ahora. Es cierto que huímos de la enfermedad y la muerte y ver en los ojos de los demás que la están contemplando, no es plato de gusto, creo que tu micro muestra ese instante de forma cruda y dura, de ahí que te quedes un poco 'helado' al leerlo. De todos modos, el salto del primer párrafo al segundo abarca un gran espacio de tiempo, ..."Después crecí..." y narras que el protagonista tuvo a la niña en brazos el día de su bautizo, aunque ahora se supone que es una niña también como lo era el protagonista cuando veía las sombras, por lo que, pienso que no queda claro si el protagonista es ya un anciano o no, y tal vez, sea esa una de las razones del desconcierto, pensar en que no es tan viejo, por lo menos a mí me ocurre cuando lo leo. Abrazos.
ResponderEliminarBueno, seguramente podría haberlo expresado más claramente, Asun, pero pienso que se entiende que el narrador es ya un anciano, está hablando de lo que le ocurre con la nieta de un primo suyo que viene a tener la misma edad que él, cuando de niño, huía de los viejos...
ResponderEliminarAbrazos.