viernes, 4 de octubre de 2013

El fabuloso mundo de los "Its"




En uno de mis viajes tuve la tremenda suerte de conocer a una civilización bastante parecida a la nuestra. Se trataba de seres con los que fácilmente podríamos confundirnos, pero de los que nos distinguen grandes cosas. Se trata de los “its” —la mejor transcripción que pude hacer del sonido prácticamente ininteligible a nuestros oídos— como se hacen llamar.

Cuando llegué a su hábitat me recibieron como si fuera uno de los suyos. Al notar que no podía entenderlos usaron la telepatía para simplificar la comunicación. Estaban sorprendidos de que no supiera que nosotros también éramos capaces de comunicarnos así, ya que según habían aprendido, los terrícolas éramos una versión antigua de los its, algo así como nosotros vemos a los primates, unos antepasados que no evolucionaron. La analogía me pareció graciosa, sentirme como un primate hablando con los “evolucionados humanos” me hizo pensar en que a mi regreso podría compartir con nuestra civilización un contacto cercano con nuestro futuro lejano. Partiendo de ese pensamiento me propuse extraer de los its todo lo que creyera más atractivo y útil para nuestra sociedad actual.

Para mi sorpresa su estructura anatómica era idéntica a la nuestra, de alturas entre un metro sesenta y uno noventa, algunos más corpulentos, otros más esbeltos, pero en general no noté grandes diferencias en ese aspecto. Sobre diferencias que podríamos llamar étnicas tenían la misma variedad racial que nosotros, aunque no reconocí ninguna raza dominante o con mayor proporción que otra en la población con la que tuve contacto. Todos hablaban el mismo idioma —al parecer, porque yo sólo era capaz de ver que se entendían entre ellos con los sonidos que no podía comprender— o tal vez la telepatía hacía que no fueran necesarios los idiomas. En todo caso, gesticulaban con los brazos, las manos y todo el cuerpo como lo hacemos nosotros y eso también era bastante útil para mí. Se alimentaban básicamente de distintos tipos de vegetales, aunque luego aprendí que en su planeta la línea entre el mundo vegetal y el animal no era tan marcada como en el nuestro, un tema de evolución de las plantas, según me dijeron. Aunque tecnológicamente están mucho más avanzados que nosotros, su sociedad y manera de vivir condenaba la ociosidad, por lo que eran bastante activos a nivel de salud corporal, deportes y actividades culturales. Observé la preponderancia de los deportes de equipo y las expresiones culturales como el teatro y la música —cosa que me hizo ver que eran más universales de lo que pensábamos.

Pasados varios días de mi estancia en su planeta y después de compartir experiencias de todo tipo, me dí cuenta de algo bastante significativo. No era capaz de distinguir su sexo. Después de participar en lo que en la tierra llamaríamos una “fiesta” en la que disfrutamos de una buena cena y luego danzas muy afines a las nuestras —seguramente por el hecho de que su estructura morfológica y su música también se parecían a las nuestras— caí en la cuenta de que bailaban en parejas. Hasta aquel momento no me lo había planteado porque no había tenido la necesidad de notarlo, pero viendo aquel acto tan “nuestro” tuve la necesidad de una explicación. Estuve tentado de preguntar en el momento, pero me pareció que podía ser algo ofensivo, dado que para nosotros a veces es un tema tabú —el sexo y la relación entre personas del mismo o diferente sexo— por lo que preferí ahondar en la investigación antes de formular preguntas.

Había diferentes tipos de danzas, algunas más rítmicas y otras más solemnes. En estas últimas noté que ambos seres ponían el mismo interés y sentimiento. ¿Cómo era posible que en todos esos días no hubiera notado algo que diferenciara al macho de la hembra?, —porque lo más lógico era que si estaban de a parejas hubiera uno o como mucho dos sexos— pero no lo había hecho. Para mí, eran todos iguales, podría haber asegurado unos hermafroditas o seres neutros, me era igual. Presté entonces más atención a los bailes, sus movimientos, las manos, los brazos y la expresión de sus caras. Había algunas parejas más juntas, más apretadas y que se miraban con los ojos como queriendo decir algo —estaban hablando seguramente— y ni aún así, en el momento de lo que podríamos llamar “amor de verdad” pude notar nada diferente en ninguno de los dos seres. Eran bellos, muy bellos. Daban ganas de acariciarlos, de quererlos mientras se querían, de ser uno más en esa unión silenciosa y explícita a la vez.

Ese día no pude más que quedarme con la intriga o, como después asumí, disfrutar de no saberlo, porque me dio igual. Se amaban de a pares, de eso no había dudas, pero daba igual si eran asexuados, hermafroditas, o cualquier otra forma que no pudiera imaginar. No había diferencias de sexo en estos seres. Ni en su vida social, laboral o amorosa. Pensé por un momento en nosotros, pensé en todas las diferencias que tenemos y me agradó saber que tenemos diferencias morfológicas y psicológicas entre el hombre y la mujer. Recordé a mi mujer y la extrañé como nunca. Extrañé sus curvas, su carácter, su instinto maternal, su ternura, sus facciones femeninas, su saber ser mujer. Pensé en lo diferente que debería ser no tener diferencias y me alegré de no ser un It, finalmente había encontrado una ventaja de no ser evolucionado.

Cerca del momento en que tocaba volver a la tierra, Shtlitl-it, mi noble guía It, me invitó a pasar unos días en su casa, con su familia. Recuerdo que nada mas llegar a su “choza”, salieron a recibirme dos pequeñas criaturas, tendrían la mitad de altura que sus progenitores. Eran casi como las nuestras, unas crías alegres y juguetonas que no paraban de esconderse y revolotear. Me tocaban la cara y el pelo, sorprendidas de ver alguien tan diferente, sorprendidas pero no temerosas. Shtlitl-it me comentó que desde muy pequeños tenían una educación que les enseñaba la existencia de otras formas de vida en el universo y que por eso se sorprendían de tener la suerte de ver a una. Su comunicación telepática era realmente graciosa, porque me transmitían todo lo que pensaban y era genial saber que querían hacer pis, caca o incluso comerme una oreja. Se reían de todo y respetaban nuestras conversaciones. Imagino que al ser una sociedad más avanzada, las directivas del respeto venían dictadas desde la primera infancia. Aquel día hacía calor, y la cría más pequeña se sacó lo que sería el pantalón y se sumergió en un líquido azul intenso. Una vez más noté la similitud con nosotros y disfruté ver como chapoteaba y mojaba a la otra criatura que se integró pronto en el juego. Reí y jugué con ellos hasta que los vi salir del líquido azul intenso. ¡Tenían sexos distintos! La criatura más pequeña era lo que llamaríamos sexo femenino y la criatura mayor era masculina. Shtlitl-it  notó la expresión de sorpresa en mi cara y sonrió. Me preguntó que cómo era posible que no les hubiera preguntado sobre ese tema hasta ese momento. Yo mismo me lo pregunté. Después del momento de la danza había olvidado completamente el tema porque me pareció irrelevante. Pero al constatar que estaba equivocado, que mi presunción de que tenían el mismo sexo o eran asexuados era falsa mi sorpresa y mis evaluaciones anteriores descubrieron la causa por la que no había querido indagar más.

Me dí cuenta en ese momento de que sí existen diferencias importantes entre nosotros y los Its. Nosotros estamos divididos en dos grandes grupos: hombres y mujeres, como ellos, pero como las diferencias son notables —y cada vez que podemos las intensificamos más— aprovechamos esas diferencias para primar un sexo sobre el otro, para someterlo, para denigrarlo, para menospreciarlo. En distintos niveles, en muchas situaciones diferentes, pero siempre en el mismo sentido: el sexo fuerte se aprovecha del sexo débil. Y la fortaleza no es más que física, pero es suficiente. Mi amigo It me comentó que eso sucedía en la antigüedad en su sociedad, pero conforme evolucionaron aprendieron que lo más importante es el amor. El amor los llevó a primar la vida a las clases de seres it, y así primó el ser It a el ser macho o hembra. Todos tenían los mismos roles en la sociedad, las mismas responsabilidades, ventajas y desventajas. La única diferencia era que la hembra It concebía y llevaba a la cría en su vientre. Pero a partir de allí volvían a ser iguales. Por ello las diferencias morfológicas fueron desapareciendo y hasta llegaron casi a confundirse con miles de años de evolución —digo casi, porque me explicó que aunque yo no las viera, las había y eran importantes, pero claro, si no entendía su idioma, eso tampoco lo iba a poder entender— y es así como su sociedad no discriminaba a nadie. Incluso en una sociedad tan igualitaria las personas podían tener parejas de igual sexo y no había nada que decir, ya que todos eran iguales, para la sociedad.

Y aquí estoy, otra vez en la tierra para contaros todo esto que he vivido, comprendido y asumido como un futuro que probablemente no llegaré a ver, pero del que espero saquemos conclusiones interesantes, porque, lo queramos o no, es nuestro destino, es a lo que deberíamos tender y es bello. Los its son seres más que humanos, son seres para los que el amor y la sociedad son el principio y fin de sus vidas. Nosotros tenemos eso dentro de nosotros, espero que no tengamos que esperar millones de años para darnos cuenta de ello y sacarlo fuera, donde se pueda ver.

Pernando Gaztelu





6 comentarios:

  1. Muy interesante el planteo Pernando. Esto da para seguirlo en una nouvelle o en una novela, no te parece. Me gustó cómo describiste la civilización it y claro que es como una utopía para nosotros, pero quién sabe... cambian tanto las cosas! Te felicito.

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  2. Interesante fábula utópica. Saludos

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  3. Que hermoso cuento, Pernando. Tienes mucha razón, ojala no tenga que pasar miles de años... Todos llevamos un It dentro. Un abrazo.
    Foixos

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  4. Has recreado un fabuloso mundo, sólo le pongo un 'pero', de momento la telepatía bien, pero con botón de bloqueo de transferencia, a veces también se malinterpreta y no tiene garantía de éxito.

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  5. Gracias a todos, sí, creo que da para más, hay que darle una vuelta... Telepatía, todo depende, si pensamos cosas buenas, amables, gentiles, por qué no transparentarlas, y con lo contrario lo mismo, si no somos cerrados.

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  6. Más que un cuento, una parábola con tintes futuristas. Gran planteamiento que hace reflexionar sobre los necesarios cambios a los que todavía gran parte de la sociedad se opone. Un abrazo, Pernando.

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