Ese día, al salir de casa me tropecé
con una mañana espléndida. Una sensacional mañana de primavera, en la que solo
faltaban unos coros de gospel alabando al Señor por tamaña bendición. Me
convencí de que en tales circunstancias encerrarse en la fábrica, justamente esa
inacabable jornada de tedioso inventario, constituiría un sacrilegio. Compré pues
un periódico, determinado a leerlo en el bar del parque mientras tonificaba mi
cuerpo con una cálida taza de té. De camino hacia allí y con la ayuda de cinco
euros, persuadí a una adolescente que se dirigía al Instituto de que llamase desde
mi móvil y haciéndose pasar por mi hija informara a Rodríguez, mi jefe, que estaba
en cama con cuarenta de fiebre. Una desgraciada casualidad quiso que esa criatura
fuera precisamente Marisol, la pequeña de Rodríguez.
Por
favor, si se enteran de una vacante de administrativo en alguna empresa de la
ciudad o alrededores, les ruego me avisen. Soy un tío serio y competente y
ustedes, que son comprensivos, saben bien que un desliz lo tiene cualquiera,
que errar es de humanos.
(Para Asun Ferri, amiga de las casualidades)
Los administrativos estamos muy mal vistos en estos tiempos, Rafa. Me hiciste reír un rato con el relato. Me encantó. Un abrazo
ResponderEliminarPero Rafa con los tiempos que corre no se pueden hacer peñas jejeje. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMenudo desliz! Muy divertido, Rafa.
ResponderEliminarGracias a los tres. Un abrazo colectivo.
ResponderEliminarJa, ja, ja Rafa, mira que eres. De esas casualidades no tomo nota, je, je sólo de las 'supuestamente' mágicas para entretenerme un rato. Como me he picado, colgaré el relato que te debo sobre la desaparición de un libro. Abrazos.
ResponderEliminarEspero ansioso ese relato. Un abrazo.
EliminarGenial micro Rafa. Abrazos
ResponderEliminarGracias David. Abrazos de vuelta.
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