Subió una parada de metro después que yo. Era morena, joven y guapa. Me preguntó cómo podía llegar a la Alameda. Le dije que tenía que hacer trasbordo en Ángel Guimerá. Al momento ya se estaba cogiendo de mi brazo. Me dijo que la perdonara, que no sabía lo que le pasaba, que se ahogaba allí dentro. Debe ser por lo del trabajo, añadió. Me pidió que la perdonara de nuevo, que hablar era la única manera de controlar el terror que sentía. Empecé a preguntarle por su trabajo para que se calmara. Me informó de que su empresa iba a cerrar y de que ella se iba a quedar en el paro con 42 años. Traté de animarla diciéndole que ya encontraría otro trabajo. Ella insistía en que no sabía lo que le pasaba pero que no podía soportar estar allí dentro. Para distraerla le conté mi viaje a Lisboa en una avioneta para 8 pasajeros que parecía una lata vieja y cómo tuvimos que estar consolando todo el viaje a una pasajera angustiada. No debí de estar muy acertada con mis intentos de confortarla porque a la parada siguiente se despidió de mí y se bajó. Cuando llegué a casa y encendí el televisor, la Uno informaba de los avances que estaba experimentando la economía española y auguraba mejoras para el 2014.
viernes, 11 de octubre de 2013
¿España va mejor?
Subió una parada de metro después que yo. Era morena, joven y guapa. Me preguntó cómo podía llegar a la Alameda. Le dije que tenía que hacer trasbordo en Ángel Guimerá. Al momento ya se estaba cogiendo de mi brazo. Me dijo que la perdonara, que no sabía lo que le pasaba, que se ahogaba allí dentro. Debe ser por lo del trabajo, añadió. Me pidió que la perdonara de nuevo, que hablar era la única manera de controlar el terror que sentía. Empecé a preguntarle por su trabajo para que se calmara. Me informó de que su empresa iba a cerrar y de que ella se iba a quedar en el paro con 42 años. Traté de animarla diciéndole que ya encontraría otro trabajo. Ella insistía en que no sabía lo que le pasaba pero que no podía soportar estar allí dentro. Para distraerla le conté mi viaje a Lisboa en una avioneta para 8 pasajeros que parecía una lata vieja y cómo tuvimos que estar consolando todo el viaje a una pasajera angustiada. No debí de estar muy acertada con mis intentos de confortarla porque a la parada siguiente se despidió de mí y se bajó. Cuando llegué a casa y encendí el televisor, la Uno informaba de los avances que estaba experimentando la economía española y auguraba mejoras para el 2014.
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Avances? Mejoras? Se piensan los políticos que los ciudadanos somos tontos. Haberlo haylos, pero cada vez la gente está más informada y se está dando cuenta de que esto es una auténtica "merienda de negros" y si no quiero ser algo, es la merienda de nadie. Hay que seguir luchando contra todos estos corruptos lenguaraces, a todo cerdo le llega su San Martín.
ResponderEliminarEs inevitable sentir miedo, incertidumbre y pavor. Agradezco tu relato, pues refleja la cotidianidad de a pie de calle, hace tiempo que la realidad de la política y la de la calle están completamente disociadas, mucho antes de la crisis, siempre ha sido así, sólo que ahora nos damos cuenta a la fuerza.
ResponderEliminarLucrecia, perdona el comentario, en serio discúlpame pero al leer tu relato me sale afuera sin permiso: Maldita y puta crisis...!!
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Cierto, Reca, maldita crisis.
ResponderEliminarAsco cotidiano y a veces sensación de irrealidad, de que esto no puede estar pasando!!
ResponderEliminarMe sumo a los comentarios de los compañeros: Esto da asco y cada día más... Muy bien reflejado, Lu!
ResponderEliminarMuy bien relatado Lu. Me siento como la protagonista de tu historia, pero diez años más vieja. ¿Crisis? No solo es culpa de la crisis, sino hubiera tanto corrupto e hicieran mejor su trabajo seguramente no estábamos tan mal. Espero que seamos más inteligentes y desbanquemos a estos indeseables, está en nuestras manos.
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