Dori se sentía triste por la muerte de uno de sus dos bebes. Andaba pendiente de su hijo procurando enseñarle todos los peligros que existían en la sabana para que pudiera escapar en caso de peligro. El pequeño antílope se sentía feliz jugando en el bosque, su mama se había alejado sin darse cuenta y el antílope se ve sorprendido por un pequeño león, sin asustarse le pregunta su nombre.
-Hola... ¿Cómo te llamas? –Preguntaba Pen entusiasmado andando alrededor de Ros el pequeño león.
Ros lo mira con sus ojos grandes, este año no había sobrevivido más crías en la manada y estaba cansado de jugar con adultos, le contesta con una gran sonrisa.
-Me llamo Ros y ¿Tú? – Le dice el pequeño león.
-Mi nombre es Pen.
Ros lo mira sorprendido de que no se asustara con su presencia, su madre le había enseñado que los antílopes era un gran manjar para ellos y extrañado le dice.
-¿Tú sabes que yo soy un león?
-¡¡¡Si...!!!¿Porque me lo dices?, crees que soy tonto.-Le contesta Pen indignado.
-Bueno, como no te asustas, la verdad me sorprendió.
-Ya me dijo mi madre que teníamos que tener mucho cuidado con los leones, que eran enemigos nuestros, pero la verdad tú eres muy pequeño para atacarme y yo tenía la esperanza de que pudiéramos ser amigos. –Baja la cabeza con un semblante triste. –No tengo ningún amigo, mi madre me dijo que este, era un año extraño y no habían nacido muchas crías, que era un privilegiado y como creo que tú también lo eres...
-Tienes razón, seremos amigos, pero tienes que guardar el secreto, si mi familia se entera no se que pasaría.- Le contesta Ros.
-Vale será nuestro secreto.
La niñez de Ros y Pen fue pasando entre juegos a escondidas de sus parientes, convirtiéndose en unos bellos adolescentes.
Cuando la manada de leonas salían de caza por la zona donde se encontraba Pen, Ros iba cerca de las hembras sin que éstas se dieran cuenta. Un día divisaron el rebaño de gacelas, se acercaban con sigilo y paciencia, hasta que llegara el momento de poder saltar sobre alguna presa. Pen levanta la cabeza esperando encontrar a su amigo, pero no ve a nadie, sigue comiendo desconfiado, pues nota el olor de su amigo muy cerca, hasta que se da cuenta y pone en aviso a todos que corren a gran velocidad. Las leonas quedan sorprendidas, no hicieron ningún ruido que pudieran poner en alerta a las gacelas, corren tras ellas con la esperanza de coger alguna presa, pero al final llega la decepción, con la cabeza gacha dan la vuelta sin entender que ocurrió, con la gran suerte que se encuentran con unas cebras a las que si pudieron dar caza y llegan a casa con el estomago lleno.
El rey de la manada estaba disgustado con sus hembras, no era la primera vez que ocurría. ¿Como podía ser posible no dar caza a las gacelas?. Ros les decía que se había comentado por la sabana que había un antílope con alma de león y sabia cuando se acercaban. El rey quiso comprobar con sus propios ojos el mito que se decía por la sabana.
Pen llegó a ser el macho dominante de su rebaño, salvándolo de los ataques de lo leones y Ros llego a ser el rey de su manada, sabían que no los podían ver juntos, pero de vez en cuando se escapaban para poder disfrutar de la compañía de su mejor amigo. Nunca hubo una amistad tan grande ni tan leal como la de Pen y Ros, que murieron de viejos por su sabiduría y lealtad.
Fina,me ha sorprendido tu relato,el mío también es de leones. Por cierto,muy acertado el nombre que has elegido para la antílope, jajajaj.
ResponderEliminarQue apropiadas las historias de animales para los niños a la mayoría les encantan y si da una buena lección sobre la amistad, mejor todavía.
ResponderEliminar