En aquella isla desbordante dejaba todos mis recuerdos.
Conforme el barco se alejaba, la brisa cargada de sal me lanzaba a la mente todas aquellas tardes en lo alto de las rocas, contemplando el mar.
¿Que sería de él, de mi amor?
El ruido del ferry llenaba mis oídos por momentos, gritándome que no me fuera, que no abandonara, que tarde o temprano, con constancia, conseguiría aquello que anhelaba.
Pero yo ya no quería escuchar. Desde muy niña, cuando no podía soportar algo -un comentario sobre mí oído furtivamente, a mis espaldas, un castigo pendiente por una trastada hecha, una mala mirada de alguien querido por mí-, cuando algo me hacía daño, daño en el alma, huía de ello, me refugiaba en mí misma, en mi imaginación,
cubría mis oídos con las manos y repetía, a veces mil veces, una palabra distractora, para olvidar aquello que me perturbaba.
Desde niña, aprendí a huir de mis sentimientos.
No había vuelta atrás. El barco se iba, la playa desaparecía ante mi vista cargada de lágrimas. La belleza me dejaba sin habla, una vez más.
_Si algún día me establezco en alguna parte, si algún día me convierto en una persona normal, con una casa y un trabajo estable_, me dije a mí misma, _juro que será aquí, aquí, en esta isla_.
La isla se me había clavado en el alma como el amor se me había clavado en el cuerpo, como un aguijón. Con un veneno lento me consumía la tristeza.
¿Por qué algunas personas sienten con tanta intensidad?; ¿por qué no podemos ser todos iguales?; ¿por qué no podemos amar sin más, con alegría, y olvidar sin más, con facilidad para empezar de nuevo?
Mi alma era como ese mar que dejaba atrás, todo lo empapaba tan profundamente que era incapaz de deshacerse de aquello que una vez hubiese formado parte de ella.
_Nunca más volveré a verte, lo juro_, le grité al viento.
Mas fue un grito silencioso, tan sólo para mis oídos.
Las aguas oscurecidas se movían turbulentas, por el paso del barco; el aire se iba haciendo más frío, en el horizonte la luna dejaba ya sus rayos sobre el reflejo del mar. Algunos pasajeros charlaban mientras contemplaban la puesta de sol al retirarse el ferry. Un intenso olor a café me llevó hasta dentro, el cielo estaba oscuro y estrellado.
Ostras, Pilar. Cuantas cosas has contado en tan pocas líneas. De cada párrafo puede salir una historia. Me parece muy bueno cuando dices que los recuerdos te vienen con la brisa salina del mar.
ResponderEliminarLa palabra distractora, que la RAE no recoge, con tu permiso, te la tomo prestada para utilizarla; creo que es muy buena porque tiene un significado inmediato y claro.
Creo que la frase "con un veneno lento me consumía la tristeza" se entiende lo que quieres decir pero se puede mejorar, en mi modesta opinión: "el veneno de la tristeza me consumía lentamente" o quizás referirte al aguijón de la tristeza y seguir con la frase "Su veneno me consumía lentamente" Son sólo sugerencias, tu haz caso sólo a tu instinto.
Algo similar sucede con los rayos de la luna. La luna deja sus rayos sobre el mar y este lo refleja sobre tus ojos; porque el reflejo es un proceso de vuelta, no de ida. Pero esto son manías personales de científico frustrado.
Has escrito un relato muy intenso, tanto que estoy tentado a tomarte la palabra y a continuar parte de él, siempre con tu permiso, claro está. Enhorabuena y perdón por un comentario tan tardío.
Hola!
ResponderEliminarhala, no era consciente de que, como me dijo Fernando en su día, en el blog nos comentamos unos a otros en el sentido de critica constructiva...hasta ahora, con tus comentarios, no he caído en esto. Gracias por decirme esas cosas, soy una persona muy "mía" y necesito ver cómo piensan los demás sobre los que escribo, me viene bien.
Yo debería hacer lo mismo con los escritos de los demás, perdonadme si no lo hago, por favor.
Sobre esa palabra, úsala como quieras, ni siquiera sabia que no existía, jaja. A veces hago guiños que sé que no son del todo correctos, como "la isla desbordante", desbordante de que? pero es porque hago poesía, prosa poética, y me nace de un solo impulso que solamente corrijo al acabar el todo, y a veces ni siquiera lo corrijo porque lo quiero dejar como salió.
Eso pasa con lo del "veneno" o lo de "la luna", tal vez no suenan racionalmente, pero suenan poéticamente, al menos en mi interior.
Muchas gracias otra vez por los comentarios, y sí que te invito a continuar el texto, debe ser muy curioso cómo variará lo que yo tenía dentro a lo que los otros ven.
Voy a comentar yo algo por ahí :),
saludos
Hola, Ayla, me ha gustado mucho tu relato. Personalmente encuentro precioso lo del veneno lento y otros aciertos como la isla que se clava en el alma como el amor en el cuerpo.
ResponderEliminarA mi también me gusta dejar las historias tal como me salen sin que intervenga mucho la parte racional. Sigue con tu prosa poética y con tus comentarios. Gracias por el del veranito de la pobre Leocadia.
De nada y viceversa. Ayer estaba pensando que a mi personaje, aunque esté triste en ese momento, no le falta la alegría de vivir, porque ha sentido, ha vivido. Pero al tuyo le falta la pasión, su vida está vacía, necesita ser libre, arriesgar, besos.
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