Conocí a Juan Oller el día de san Valentín del 2007. Tenía
una voz cálida y muchos sueños por cumplir. Nos aferramos el uno al otro como
supervivientes únicos de una catástrofe nuclear y juntos nos pusimos a
reinventar el mundo.
Pasado el tiempo y con las esperanzas rotas, he llegado al
convencimiento de que ese mundo que cada uno recreaba en su mente no se parecía
nada al del otro. Hasta que un día cada uno se perdió en el suyo y ya no
volvimos a encontrarnos.
A mi vida volvió el sabor de las almendras amargas y tuve que
empezar de nuevo a construir despacio, sin prisas, sin pausas, un mundo ya solo
mío porque ya no creo en las quimeras de los otros.
Guay. ¿Lo acabas de escribir?
ResponderEliminarSí.
EliminarJo, muy chulo. Te sientan bien las cenas de lo sábados!!
ResponderEliminarGracias, Amparo!!!
EliminarLas palabras son preciosas!! Te ha salido redondo!!
ResponderEliminarGracias, Maga!!!
EliminarMuy bueno. Estás muy prolífica últimamente.
ResponderEliminarGracias, Lali!!!
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