Mi tío Pepe era Fallero. Así, con mayúsculas. Cuando hace
años se presentó a las elecciones municipales de su pueblo sus compañeros de candidatura indicaban debajo
de su foto su profesión: Funcionario, mecánico, contable, etc. Pero mi tío Pepe,
aunque era un reputado ebanista, que recibía encargos de toda la comarca, no
quiso que se escribiera otra cosa que no fuera Fallero.
En la asamblea fundacional de la Falla de la Plaza, fue
elegido por unanimidad Primer Presidente. Y mi prima Merche, con 9 años, fue
elegida Fallera Mayor Infantil.
Pero el año de gloria llegaba ahora, cuando con 17 años fue
proclamada Fallera Mayor.
Mi tío Pepe y mi tía Amparo recorrieron las principales
tiendas de Valencia para proveer a su hija de los mejores trajes. Este para
las mañanas, éste para las tardes. Estos zapatos para los desfiles, estos otros
para los actos en el Casal. Complementos, abalorios, nada era suficientemente bueno
para la “niña”.
Como todo tiene un límite monetario, mi tío Pepe se quedó
corto. Tuvo que pedir a su amigo Sebastián, el de la Caja, que le concediera un
préstamo para poder pagar tanto dispendio. Ni qué decir tiene que Sebastián era
amigo, pero también banquero. El préstamo le costó a mi tío 7 años de gravosas
cuotas mensuales. Pero ésta es otra historia…
Volvamos a los actos correspondientes al Reinado de mi prima
Merche. Después de la brillante proclamación, llegó la noche de la “cridá”. En el balcón del Ayuntamiento
de su pueblo, rodeados de las máximas autoridades locales, Alcalde, Concejal de
Fiestas, Señor Cura y Cabo de la Policía Municipal, mi tío y mi prima no cabían en sí de orgullo y satisfacción.
Después del discurso del Sr. Alcalde, quien en un perfecto
castellano de Valladolid, glosó las excelencias de nuestro Idioma Valenciano,
la Belleza de las Labradoras Valencianas, y emocionó a su auditorio con sus
referencias a las Rosas, al Olor y al Color, le tocó el turno a la Fallera
Mayor.
Un poco nerviosa, la verdad, se acercó al micrófono. Con el dedo índice
lo probó tres veces: Toc, toc, toc. Y
pegando sus labios al micro pronunció las tres palabras que iban a suponer la
desgracia fallera de su padre y la vergüenza y el oprobio para toda nuestra
familia. Alto y claro dijo: Visca el
Barça !
Ja ja ja. ¡Qué bueno eres, Pepe!
ResponderEliminarHas salido por donde menos me esperaba. Muy bueno!!!
ResponderEliminarEstá claro que en estos actos... uno/una se queda en "blanco" y sale el subconsciente.
ResponderEliminarAhhh, pregunto ¿Es que no se puede ser fallero y del barça al mismo tiempo? ¿Qué tiene que ver el futbol con mis pétalos? En fin, muy bueno :)
ResponderEliminarJa ja ja Una buena salida. Siempre hay alguna inconveniencia más gorda.
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