En el metro, sin querer, oigo una conversación:
“-Sí,
tío, me lo estoy montando con una mujer
casada, es colombiana y vive en la calle del Pez. Se llama Rosana”.
Llego a
nuestra casa de la calle del Pez. Se oye un vallenato. Entro directamente al dormitorio. De un cajón saco el arma. Por el pasillo que conduce
a la cocina voy llorando su nombre: Rosana, Rosana… con lo bueno que te salia el sancocho...
¡Qué malos son los celos y qué bueno tu relato, Pepe!
ResponderEliminarMuy bueno. Visual y claro.
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