domingo, 15 de febrero de 2015

El grito



Estaba claro que continuaba asomada a un hondo pozo realizando malabarismos en el borde. Había peinado de la mejor forma posible su cabello electrizado ajustándolo detrás de su nuca en un improvisado recogido, porque llegaba tarde, peligrosamente tarde. Por suerte el encargado de sección estaba en una reunión en las oficinas centrales. La tienda de decoración, a rebosar.

Aún no nos conocíamos muy a fondo, pero me caía bien. Era una buena compañera y siempre estaba dispuesta a ayudar a los novatos como yo. Antes de ayer enmarcó con mucho mimo su cuadro preferido, ese de una muchacha sentada en el porche en un barrio de Loussiana con su bonito perro blanco a los pies. Era un regalo, me dijo, para la clínica veterinaria donde habían tratado con tanto cariño a su perro hasta el final, para que no lo olvidaran. Le pregunté si no prefería quedarse con el cuadro como recuerdo, “no, a mí no me hace falta, -me contestó-, yo siempre me acordaré de él”.

Estuve pendiente de ella durante toda la mañana, la salvé por escasos segundos del despido inminente si hubiera llegado a decirle a aquella señora tan peripuesta, lo que imaginé que estaba pensando cuando al mostrarle la reproducción de Klimt, Las amigas, le preguntó en voz muy baja si no serían lesbianas: “te llaman en la sección de moldura, anda ya atiendo yo a la señora”, le dije, remarcando especialmente la palabra señora, con un giro de las pupilas en los párpados hasta mostrar el blanco de los ojos.

Pero no llegué a tiempo, no llegué a tiempo cuando les mostraba el cuadro de El grito a aquella pareja de modernos, y ellos tan sabelotodo, le discutían que estaba manchado… Desde que lo que está manchado son vuestros cerebros, pasando por snobs, y otras lindeces, eso sí algo excéntricas, resonaron por el centro comercial, hasta que la reproducción acabó encajada en la cabeza del encargado, junto con un agudo grito de satisfacción de mi compañera, mientras éste seguía pidiendo disculpas a los clientes como si fuera el protagonista del cuadro que hubiera resurgido de su estupefacción ante el mundo y sucumbiera de forma patética a la insufrible mediocridad de la existencia.

Asun Ferri

8 comentarios:

  1. Denso, hay que releerlo. Muy bien, Asun.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Lu. Más espeso que el cuadro, je.

    ResponderEliminar
  3. Una nota: el cuadro original tiene un manchado grisáceo en la parte inferior derecha, que muchas reproducciones en papel mantienen, en algunas ocasiones las casas de edición prefieren eliminarlas. Este asunto era muchas veces la causa de la devolución de la reproducción entre las personas que la adquirían.
    La propuesta de la imagen me lo recordó.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Malén¡ Mira que empiezo muy en serio, jajaja pero la verdad, me partía yo sola con el final.

    ResponderEliminar
  5. Vaya vehemencia comercial !!! Muy bueno, Asun.

    ResponderEliminar
  6. Vaya vehemencia comercial !!! Muy bueno, Asun.

    ResponderEliminar