martes, 1 de marzo de 2011
Fernando M Lozano
APRENDI
- La madre Reme hoy nos ha dicho que los chicos sólo quieren una cosa de nosotras y que no se la debemos dar. ¿Qué es esa cosa Mamá?.
- No lo se hija, pero tu haz caso a todo lo que te diga la madre Remedios y las demás monjitas del c ...olegio.
Y así lo hice, el tiempo ha pasado y la vida ha sido muy buena conmigo gracias a los sabios consejos de las monjas que me educaron en mis primeros años, mujeres abnegadas, rosas de los vientos de nuestra educación, mujeres con grandes experiencias que lo sabían todo sobre la vida.
Gracias a ellas aprendí que tengo que rezar cada vez que dude y silenciar todo lo que pueda dañar a los demás, aprendí que mis padres nunca se equivocan y me hacen daño porque me quieren, supe que dios sigue mis pasos y llora cuando miento, mejor es no decir que mentir. Gracias a ellas no me dejé tentar por la serpiente en forma de chico guapo, mientras algunas chicas de mi barrio se perdían en el pecado, yo florecía pura en espera del amor verdadero. Aprendí a silenciar mis deseos, a conformarme con lo que me sea dado, a anteponer lo tuyo a lo mío, a no luchar, a no levantar la voz, a no responder si no estoy de acuerdo, a mirar hacia otro lado, a poner la otra mejilla.
Dios no me ha querido dar un hombre al que querer, para mi reserva otros planes y me alegro, porque los hombres son egoístas, son esclavos de sus instintos y se ciegan, por unos minutos de placer, son capaces de perderlo todo.
Tengo cincuenta años y mi cabello sigue luciendo su color de siempre. Cuido de mi madre, a padre se lo llevó el buen dios ya hace tiempo. De cría nunca imaginé que mi vida iba a ser tan perfecta, aunque debo reconocer que mis momentos más felices los pasé en la escuela solo para niñas de mi infancia, tengo muchos recuerdos de aquella época, pero hay uno que se repite cada día: Aurelio, el hijo del panadero, una tarde se coló en el colegio, yo estaba en el patio, sola, se acercó hasta mi con una amapola entre sus manos y con su dulce sonrisa me dijo: “eres tan guapa que esta flor parece de mentira a tu lado”. La flor, la guardo entre las páginas de un libro, el recuerdo, cada noche le pido a dios que lo borre de mi cabeza para siempre.
Fina Fernández Fernández
AÑORANZA
Nos saludamos entre besos y abrazos. Cada una de nosotras habíamos tomado caminos muy diferentes. Había pasado tanto tiempo sin vernos, que empezamos a regocijarnos con los recuerdos en el tiempo. Entre risas y brom ...as hablamos de cómo nos conocimos. LAS TRES MOSQUETERAS nos llamaban en el colegio de niñas.
Unas niñas de segundo curso estaban pegando a María, la tenían arrinconada en una zona donde no la podían ver las profesoras, cerca se encontraba Elena, nos miramos y como si leyéramos nuestros pensamientos, nos dejamos llevar por la adrenalina y fuimos a defender a María, lo cierto es que recibimos más que dábamos, claro esta que la diferencia de edad se notaba, éramos unas niñas de parvulario. Nos hicimos amigas inseparables y como LAS TRES MOSQUETERAS defendíamos todas aquellas causas que considerábamos injustas. Después de una larga charla recordando nuestras aventuras, decidimos acercarnos al colegio de nuestra niñez. Nos sorprendió el estado en que estaba, medio cayendo, aunque todavía tenia el cartelito que decía ESCUELA DE NIÑAS.
Lara Hernandez Abellan
CUANDO TODO ERA MENTIRA
Cada mañana la despertaban obligada para ir un colegio en el que nunca sintió que tenía su sitio. Carmen odiaba aquel uniforme de falda a tablas y zapatitos de botón brillantes.
“Escuela de Niñas”, decía el cartel.
“Sólo para niñas”, pensaba ella a diario.
Maldijo ese cartel cada día de cada uno de los años que pasó entre esas viejas paredes. Eso sí, lo maldijo en silencio porque no podía hacer otra cosa. Durante una eternidad ese silencio fue su mejor aliado.
En aquellos años grises odió todo lo que la rodeaba que sentía como impuesto, empezando por su propio nombre. Y tan sólo habló con ella, con la única entre treinta y ocho niñas vestidas iguales, que nunca la llamo así. La que fue su compañera de pupitre y su única amiga.
Marga le puso “Boliche” porque Carmen se pasaba el recreo jugando a las canicas. Siempre la llamaba Boliche y siempre sonreía al decirlo.
De aquella época Carlos sólo recuerda con cariño dos cosas, aquel apodo y a ella. Marga, su primer amor.
Wisquensin Oregón
ESCUELA DE NIÑAS
Oigo unas voces y me acerco. Huele raro, como a polvo envejecido de mil años. Sigo acercándome con tiento, las voces suenas apagadas, se oyen algunos lamentos. ¿Quiénes sois?, pregunto. Y las voces me contestan: ¡Ven, ven, ac ...ércate a la oscuridad! Retrocedo con espanto. ¿Qué ocurre allí adentro? Yo sólo curioseaba en aquel edificio abandonado.
Las voces me llaman ahora en sueños, y yo qiuiero regresar a aquella derruida escuela de niñas...
LUCRECIA HOYOS
LA NUEVA
Ana Rosa llegó a mitad de curso al colegio, tenía unos ojos claros y limpios y una melena espesa muy rizada recogida en una cola de caballo. Venía de Madrid, decían, y decían también que en su casa tenía un televisor. Yo nunca había visto ninguno. Al poco de llegar nos invitó a su cumpleaños. Nos dieron de merienda canapés de queso con piña y de caviar con cebolla picada y bebimos, por primera vez, coca colas. Sopló quince velitas de una enorme tarta de merengue. Vimos una película de Guillermo Tell, todas en silencio alrededor del extraordinario aparato. Era una niña muy dulce, sus piernas estaban sujetas por unos grandes hierros que la ayudaban a caminar…
MAESTRA
de Yolanda Nava Miguelez
Era fuerte y vigorosa: un vendaval; llegaba a clase muy erguida, caminando con paso firme y la cabeza bien alta.
Ella es la responsable de una parte de lo que ahora soy, de esa que se forjó en los albores de mi adolescencia, de ella me empapaba, no sólo de sus conocimientos ni de su forma didáctica de transmitirlos, eso fue una parte, el TODO, estaba en ella: en su forma de hablarnos, en sus modales, en sus principios, en su visión de futuro y en su fuerza.
Era mi maestra. Maestra de niñas, en una escuela de niñas. Decía que un día lograría arrancar ese mensaje absurdo e irritante de la pared, de todas las paredes, decía que teníamos que ayudarla, que no podía hacerlo sola.
He olvidado su nombre, más bien, lo he sepultado, no es necesario, no es relevante, ella no era sólo ella, era todas las mujeres que forjaron nuestro futuro, que nos dieron una bandera y un motivo para cambiar las cosas, por eso prefiero encerrarla en esa bella palabra, librarla de un nombre baladí.
Ha pasado el tiempo: el pueblo ha cambiado.
El letrero aún cuelga de la pared: olvidado; resquicio de un pasado que aún late en la memoria de las mujeres que lo vivimos; sonrío al recordarlo, envío mi gratitud a aquella que contribuyó a que ese letrero ya no anuncie nada.
Marisi Garcia Rivas
MARA.-
Creo que a mi Escuela, se le debió, de caer el rótulo de Escuela de Niñas, porque allí, íbamos, tanto niños, como niñas, eso sí, en clases separadas.
Mi nombre es Mara. Nunca entendí, porqué, al llegar a clases, me tenía que separar de ... mi hermano. Teniamos una familia grande y él, era mi preferido.
Por una época, sí coincidí, en la misma clase, que mi hermana, ella era un poco mayor, pero una enfermedad, la apartó, durante un tiempo de esa obligación.
Creo qué ese fué el mejor curso escolar que recuerdo. Nos sentábamos juntas y con nuestras cómplices miradas, fabricábamos cualquier magía, que nos hiciera volar, a través
de los grandes ventanales de la clase. Rondábamos los 12 años y aún en mí, no había despertado, ningún signo, que indicara que algún día, sería mujer. Me encantaba vestir como los niños, y en el recreo, donde sí se nos permítia, acercarnos a ellos, jugaba al futbol, a los boliches, al trompo, a subir por cualquier pendiente, encaramarme a un árbol. Disfrutaba, cuando al terminar la jornada, iba a casa, desaliñada, despeinada y siempre como no, con alguna herida o un simple moratón. Mi madre, que tenia tantos hijos, nunca se llevó bien, con mi facilidad, para ensuciarme. Me retorcía el pelo cada mañana, hasta dejarme unas lindas trenzas,pero era salir de casa, y ya de camino a la escuela, jugando a carreras, al te pillo,
disfrutando de libertad, me olvidaba por completo, del castigo y de la zapatilla que mamá, sacudía en mi posadera, por ser una niña sucia. Nunca me importó, era mi madre, y lo hacian todas. Lo qué sí, me importaba, era el poder que tenían los profesores. A veces, nos preguntaba la maestra en clase: ¿ De qué traeis el bocadillo hoy? Y si alguno era de su agrado, le quitaba un buen trozo, a la víctima de aquél día. Mi hermana y yo, contestábamos, que el nuestro era de mantequilla, así, que jamás, lo compartimos con ella. Era una mentira piadosa, en ese tiempo, en el que todo lo que haciamos, era pecado. Nos criaron, aunque ellos le llamaran educación, en un mundo de culpas, castigos y complejos. Allí, en esa escuela de moral, los maestros impartían sus clases y no nos permitian cuestionar, su proceder. A veces volaban los guantazos, sobre todo a los niños. Recuerdo un dia, qué la maestra, le pidió a mi hermana, que leyera algo, y ella, se equivocó, la maestra le levantó la mano, pero no llegó a su propósito, veloz y sin vacilar, mi mano, atrapó la suya, durante un tiempo, me miró con ojos inyectados,mirada, que yo aguanté, como si en esos momentos, fuese muy superior a ella, se podía cortar el silencio de la clase. Se retiró a su mesa, y por lo menos a nosotras, no volvió a molestarnos. Así era entonces la escuela, los abusos de poder continuos, contando de antemano, con nuestra plena sumisión. En mí se generó una impotencia y una fobia, que aún hoy en dia, no tolero. Ahora, sigo con esa impotencia, ya que este abuso de poder es mucho mas grande, al ser mi entendimiento mayor. Y aún así, para mí ir a clases, era una cosa maravillosa. Siempre estaba hambrienta de saber. Me comía los libros, y aprobé lo que se llamaba, el graduado escolar, con matrícula de honor. Pese a todo, siempre fui feliz, en ese recinto, pasé mis mejores años infantiles, entonces solo veia, lo que podíamos ver las niñas de aqueños años en estas.....Escuelas de Niñas.
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Las escuelas de niñas y niños son nuestro pasado, ahora juntos, intentamos comprendernos y al menos tenemos la oportunidad de convivir con esos seres tan extraños y diferentes que somos los niños de las niñas. Antes se nos ocultaban cosas, se inventaban otras y todo estaba más confundido, pero como bien habeis contado, aquellos tiempos también tuvieron su parte buena, nos formaron y nos hicieron lo que hoy somos: Niños y niñas con ideas muy parecidas.
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