lunes, 27 de abril de 2015

SEDUCIDO POR LA REINA DEL MAL

                                              Estaba borracho. Eran las tres de la madrugada. David caminaba sin rumbo 
entre nubes alcohólicas, distinguió un garito abierto. Tenía luces rojas. 'Casablanca'. Bonito nombre. "La 
última, jefe, ginebra de la buena con unas gotitas de tónica", le dijo al encargado al mismo tiempo que ponía 
un billete de 50 euros encima del mostrador. Entonces la vio: pelirroja, piel muy blanca, con el pelo cayéndole hasta la cintura, una mujer capaz de enloquecer a cualquier hombre. Le sonrió. David la invitó a una copa. El garito tenía una pista de baile donde una pareja daba vueltas al ritmo decadente de una canción lentísima. Ella se llamaba Lilith. "¿De dónde eres?". "De muy lejos". Se dejaron mecer por la música, abrazados, ajenos al mundo. Besó su cuello de mármol, acarició su espalda. Y ella le correspondió. Sintió sus labios y bebió en ellos. Hicieron el amor. Cuando salieron, diluviaba. "¿Volveremos a vernos, Lilith?". "Seguro que sí".
                                        
                                             David se levantó con resaca, no recordaba bien lo ocurrido, le perseguía una imagen: unos ojos negros profundos como una sima sin fondo. Se miró al espejo, demasiadas huellas del naufragio en alcohol. Se sorprendió al notar una mancha en el cuello, parecía un moratón. Trató de quitárselo con agua y jabón. Se restregó fuerte. Imposible. Se fijó más detenidamente, no era un moratón, sino una especie de tatuaje. Una mujer semidesnuda con alas de murciélago rodeada por una serpiente aparecía grabada en su piel. Se estremeció. Buscó en la agenda de su móvil el número de teléfono que le había dado Lilith. "Ese número no existe", contestó una voz.
                                     
                                            Llegó tarde a la Redacción del periódico en el que trabajaba. Se enclaustró en su mesa, rodeado de una montaña de periódicos, revistas, carpetas, informes. Hacía falta una brújula para orientarse allí. Su colega Jesús Pozo se acercó a sacarle de su ensimismamiento. "¿Dónde te metiste anoche, David? Ibas bueno". "Me tomé la última en un sitio extraño y conocí a una tía maravillosa". "¿En qué sitio?". "Se llama 'Casablanca', en la plaza del Rey". Jesús Pozo miró a David como si se hubiera vuelto loco. "¿Casablanca? Si eso lo cerraron hace más de treinta años. Tú deliras". Jesús se fijó en el cuello de David. "¡Qué huevos tienes!", le dijo. "¿Por qué?". "Esa imagen que te has tatuado simboliza a Lilith, considerada en la literatura hebrea la primera mujer de Adán, la reina de los vampiros. Hay muchas leyendas sobre ese personaje. Se marchó del Edén para instalarse en el mar Rojo, donde se unió a Satán, el ángel caído, y a otros demonios. Seduce a sus víctimas para estrangularlas y chuparles la sangre. Nadie escapa a sus garras. Atrae a los hombres como las sirenas a los marinos, a los que llevan con el sonido de sus cantos a estrellarse contra los arrecifes y devorarlos. Ulises se hizo atar al mástil de su navío para poder escucharlas mientras sus hombres pilotaban su barco con los oídos tapados con cera. A Lilith también se la representa como la luna negra, la oscuridad". David se estremeció pero cambió de tema. "Déjame de rollos, Jesús, que me duele la cabeza". "No me extraña".
                                   
                                                 Cuando salió de trabajar se acercó a la plaza del Rey en el barrio de Chueca. En una esquina, cerca de la estatua del teniente Ruiz, uno de los héroes del Dos de Mayo, esperaba encontrar el garito donde acarició a Lilith. Sólo vio la oficina de un banco. Entró en un bar. "¿Conocen por aquí un club nocturno que abre hasta muy tarde?", preguntó al camarero. "¿Por aquí? No, no". "¿Le suena Casablanca?". "Sí. Fue un cabaret que se encontraba en el edificio de la esquina. Cerró hace muchísimos años". Estuvo todo el día desasosegado, inquieto, con los nervios en tensión. Buscó en internet la extraña imagen que aparecía en su cuello. Lo que le había contado Jesús Pozo era exacto. Se retiró a casa muy pronto y se quedó adormilado en el sofa. A las doce de la noche se puso en pie. Algo le impulsaba a salir, una fuerza que no podía controlar le llevó hasta su coche, condujo como un sonámbulo hasta el cementerio de La Almudena. Estaba asustado. Se sentía como los marineros de Ulises, irremediablemente atraído por una fuerza misteriosa, sobrehumana. David paseó tembloroso por un camino flanqueado de tumbas. Se introdujo en aquel laberinto de cruces, mausoleos, flores mustias, esculturas que le parecían infernales. Se detuvo delante de un sepulcro e iluminó la lápida con su linterna. Su corazón, enloquecido, daba brincos en su pecho. En un medallón encima de la tumba estaba la fotografía de Lilith. Quiso gritar pero no le salieron las palabras.
                                          
                                          ¡Craaaacck, craaack, craakkkkk!
                                          Fue un ruido, primero muy tenue, después más fuerte, la lápida empezó a moverse. No podía correr, sus piernas permanecían atornilladas al suelo, algo le paralizaba. Sintió el horror. Del sepulcro emergió Lilith, tan bella como la noche que se amaron en la pista de 'Casablanca'. "Te dije que volveríamos a vernos". El pánico se apoderó de David, supo que no había escapatoria, que ella llevaba el mal en sus ojos. Lilith se aproximó, le abrazó, se estrechó contra él. Notó sus labios helados contra los suyos y sus colmillos mordiendo en su cuello hasta extraer la última gota de sangre.
                                          Un empleado del cementerio encontró por la mañana el cuerpo de David. Estaba encogido y con un gesto de terror en la cara. "Parecía que el pobre hombre hubiera visto al mismísimo diablo".

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho la forma en que está la narración. Diálogos entremezclados con la voz omnisciente y con ese punto de misterio... enhorabuena !

    ResponderEliminar
  2. Un buen relato consigue sacar del lector sus emociones y a mí se me han puesto los pelos de punta. Me ha gustado mucho.

    ResponderEliminar