Se puso el abrigo y salió de casa precipitadamente. La noche
era fría. Caminó rápido hasta la parada del autobús, todavía faltaban diez
minutos para que llegara; decidió seguir andando y se introdujo en una espesa
niebla que le acompañó todo el camino. Estaba inquieto, pero al final vio la
luz, siguió en línea recta hasta ella, abrió la puerta y entró en el
establecimiento con paso firme. Apoyó los brazos en el mostrador y dijo: «una
caja de apósitos, por favor».
Tenía que cerrar muchas heridas, todas las que él le había dejado.
Hay mucha niebla, pero afortunadamente, si uno quiere puede deshacerse de ella. Muy bien descrito el ambiente.
ResponderEliminarDe acuerdo con Eulalia. Muy bien, Marisa.
ResponderEliminarMuy bien Marisa!
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