lunes, 20 de abril de 2015
EXCOMUNIÓN
Mientras al fondo suena por la radio una animada tarantela, se oye gritar a una mujer.
—¡Porca miseria!
—¿Qué diantres pasa, Concetta?
—¡Antonio, el Santo Padre te ha excomulgado!
—¿Pero qué tonterías dices, desgraciada?
—Lo pone en el periódico, ha dicho que la mafia es la adoración del mal. ¡El Papa os ha excomulgado, a ti y a todos tus compinches! ¡Mamma mía, vais a ir al infierno!
—Ese viejo chochea, le van fallando las neuronas. Aunque claro, al final tenían que salir a relucir las ideas del comunista de su padre. ¿No sabías que el cobarde piamontés huyó a Argentina cuando Don Benito ganó las elecciones?
—Antonio, tienes que ir urgentemente a hablar con el Signore Obispo. Don Gianpiero te conoce, es tu amigo, sabe que eres piadoso y caritativo, perdona todos tus pecados. Explícale que los negocios son los negocios, que no te pueden condenar por ganarte la vida a costa de la ley, como hace tantísima gente en este podrido mundo. Porque las leyes las hacen los hombres y Dios es misericordioso. Recuérdale lo que dijo nuestro Señor, «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra»
—Concetta, ¿pero de verdad crees en el cielo, en el infierno, en el juicio final, en la resurrección de los muertos y todas esas patrañas? ¿Tan crédula eres, mujer? ¡Que ya tienes más de sesenta años, utiliza el seso de una vez, por el amor de Dios!
—¡Blasfemo infiel! ¿Cómo se te ocurre hacer esa pregunta? Eres un patán, ya me lo decía mi pobre mamma: «búscate un professore, un intelectual; ese Antonio es un cerril, no es trigo limpio, huye de él como de
una serpiente o acabarás escarmentada, te amargará la existencia, te buscará la ruina…»
—¡Pobre Doña Orsolina, otra beata que tal! ¡Ya veo lo amargadita que estás! En un ático de lujo de doscientos cincuenta metros en pleno centro de la ciudad, con una sirvienta interna que hace todos los trabajos, con un chófer que te lleva a la esteticien, a la peluquería y al spa dos veces por semana, con una tarjeta de crédito que hay que renovar cada tres meses de lo desgastada que acaba… ¡Ah! Y con un joven amante, que lo sé, que aunque pienses que estoy en Babia tengo ojos y oídos en cada esquina. ¡Amargadísima! ¡Una mártir, eso es lo que eres tú! Voy a hablar con el Signore Obispo, pero no para que me perdonen a mí, sino para que te santifiquen a ti, pobre sufridora, la principal víctima de Antonio Lorenzini, el gánster, el mafioso, el criminal, ¡el que la secuestró en Catania para someterla a torturas y escarnio durante toda su vida!
—¡Eres incorregible, Antonio! No sé por qué no te odio. Mejor dicho, no sé por qué no te mato. Ven aquí que te dé un beso, pedazo de macho, mi semental. Ven aquí, desnúdame y hazme el amor como un poseso. Si has de terminar en el infierno, quiero estar allí contigo, amore mío.
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Le he puesto todos esos gestos exagerados de los italianos conforme la iba leyendo. Muy plástica.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl principio me ha parecido genial, pero:
ResponderEliminar- Al llegar a: —¡Pobre Doña Orsolina, otra beata que tal!
creo que debería de haber un punto y aparte y empezar el siguiente renglón con: ¡Ya veo lo amargadita que estás! E incluso introducir algo: -¡Y tú, ya veo lo amargadita que estás!- pues si no, hay confusión acerca de quién se está hablando.
Pensaba alegar alguna cosa más, pero al releerlo más despacio no le quito ni pongo nada más.
ResponderEliminarGracias, Eulalia.
ResponderEliminar(el autor)
Me imagino a Sofía y Marcelo interpretando la escena. Y la última frase, ella quitándose el sujetador que ha llevado toda el rato, provocando a los espectadores. Genial.
ResponderEliminarConcetta y Doña Orsolina ¿son la misma persona? Está confuso el personaje este que aparece casi al final de la narración. El ritmo de los diálogos con las expresiones, excelente.
ResponderEliminarEl comentario anónimo del día 21 dice: Sofía y Marcelo. Supongo que se refiere a los actores a los que les quedarían geniales los personajes, pero no es el caso...
ResponderEliminarOrsolina es la suegra de Antonio. Al final del diálogo anterior, Concetta hace referencia a los consejos que le daba su madre. Creía que estaba claro (el autor)
ResponderEliminarUn diálogo excelente. Como sugerencia hay un par de párrafos que se pueden acortar para dar más ritmo al texto.
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