Se estremeció. No era consciente de que la madrugada entraba por la ventana abierta, y se arrebujó sola entre las sábanas
de hilo con puntillas que su madre le había bordado. Se las llevó
hasta la nariz. Le encantaba su tacto y su aroma, fresco y suave. La devolvía a las orillas
de ese mar del que tan poco podía disfrutar. La espuma le curaba las heridas
invisibles. Se sentía sirena y náufraga, pirata y aventurera capaz de
cualquier hazaña. Sus sueños se poblaban de lances y grandes barcos de vela, mientras la ingravidez
se adueñaba sin permiso de su cuerpo y las olas la acunaban. Todo era de color azul turquesa. Se iniciaba el
verano.
Muy bello, Maga. Un abrazo.
ResponderEliminarCierto, muy bonito...
ResponderEliminarPoético hasta decir basta. Me ha gustado mucho, Malén.
ResponderEliminarEs un poema echo relato. Muy hermoso Malén
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