lunes, 10 de junio de 2013

Era su hija




Le entrenaron para ser como otro y pensar como nadie, para convertirse en un súper-hombre sin escrúpulos ni sentimientos cuando se enfundara el uniforme azul y calzase las oscuras botas. En la academia le aseguraron que cuando ocultase su rostro tras el temible casco, se pertrechara con el escudo y empuñara su arma, sería invencible. Le convencieron además de que servía a la sociedad evitando los tumultos y desórdenes, organizados siempre y en cualquier caso por fuerzas contrarias a la libertad y la democracia. Que su cometido era imprescindible para preservar la justicia y la seguridad y que por cada golpe que asestara, por cada gota de sangre que hiciera brotar a los enemigos del sistema, miles de ciudadanos honrados lo agradecerían, aplaudirían y celebrarían en su honor. Le persuadieron en suma de que, por brutales que sean, el fin justifica los medios.

Lo que nunca le inculcaron en el cuartel fue la actitud que debía mostrar si, después de saltar del furgón blindado, se encontraba cara a cara con su propia hija protestando por unas disposiciones gubernamentales que a él particularmente le importaban un bledo, porque también estaba adiestrado para sentir ese tipo de indiferencia. El hombre la observó y pudo percibir en sus ojos una mirada hasta entonces desconocida, la pura expresión del odio, del desprecio, de la rabia. Su dulce bombón, que enseñando los dientes gritaba “¡Policía asesina!”, ignoraba que detrás de aquella siniestra escafandra un androide recobraba un pedazo de alma, que de sus cenizas estaba renaciendo un ser humano.

Juan arrojó al suelo el escudo y el fusil, se deshizo del yelmo y corrió hacia su pequeña, abrazándola. Volviéndose en dirección a sus compañeros, exclamó: “¡Al que toque a mi hija lo mato!”


3 comentarios:

  1. Muy bueno, Rafa. Seguro que le ha pasado a más de uno.

    ResponderEliminar
  2. Guau!! Menudo relato, se me han puesto los pelos de punta. Como dice Lucrecia, seguro que a más de uno le ha pasado algo similar.

    ResponderEliminar
  3. Siempre me ha pasado por la mente esa idea... Muy bien escrito, Rafa!!

    ResponderEliminar