Observó
su rostro en el espejo. Con un algodón humedecido comenzó a retirar el
maquillaje. Esta vez él no se había esmerado como en anteriores ocasiones y una
mancha color púrpura decoraba su pómulo derecho. Se desabrochó el vestido
cuidadosamente, las huellas de sus pesadas botas estaban impresas en la piel
que cubría sus doloridas costillas y su espalda, en sus muslos…
En
su afán por ser una buena esposa, le dijo que se relajara tomando un baño y que
ella entraría a darle un masaje y así lo hizo. Provista de guantes a tal fin y
aceites esenciales, se inclinó junto a él no sin antes tomar la precaución de
rozar con el codo el pequeño reproductor de música que cayó a la bañera. Su cuerpo
dio una sacudida y la música dejó de sonar.
Sonriendo
esta vez, volvió a contemplar su rostro en el espejo…
Amparo, has plasmado con las palabras justas una gran y estremecedora historia. Felicidades.
ResponderEliminarCierto, Amparo, muy buen micro.
ResponderEliminarGracias a los dos!
ResponderEliminarNegro, negro y sin inmutarse. Me encanta!!
ResponderEliminarGracias, Malén... Sabía que te gustaría...je,je,je...
EliminarDesgarrador Amparo. Toda una vida de dolor plasmada en pocas palabras. Muy bueno
ResponderEliminarGracias Fina. Un abrazo!!
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