El ambiente en la casa es muy
agradable; se mezclan los olores de madera de eucalipto -que en su danza con
las llamas se oye un agradable crepitar- y el caldo de rabizas que se va
haciendo lentamente en una esquina de la cocina.
Todos los días la misma canción. Cuando María ve a su madre
coger el barreño, llenarlo de agua caliente y ponerlo en medio de la cocina,
echa a correr buscando un lugar donde esconderse; había utilizado montones de
sitios diferentes, lugares inesperados, pero al final siempre, siempre la
encontraban.
Maríaaa, Maríaaa... ¡Dónde te has
metido!
María tenía la esperanza de que
su madre la confundiera con su muñeca. Días atrás la había dejado en la alacena.
La sacó con rapidez colocándola en el baúl que se encuentra al lado. Se queda
desnuda e inmóvil en la misma posición que “Petra”, poco antes se llevo su dedo
a la boca pidiéndome que me estuviese quieto y callado.
Maríaaa, Maríaaa... Mira que
tiene imaginación. ¿Pero qué haces desnuda? ¡Anda vístete!
María no puede evitar fruncir su
entrecejo, levantar una ceja y entreabrir la boca cuando ve a su madre recogerme
en sus brazos y comentar. -Vamos a bañar a “Misi”, últimamente se mete en tu
cama.
¡No podéis imaginar la cara que se me quedó a mí!.
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