Siempre quise ser submarinista.
Pero no una submarinista cualquiera. Una de esas que se sumerge en las
profundidades del océano para buscar tesoros formidables en viejos pecios
hundidos. La vida, sin embargo, no me ha ofrecido oportunidades. Cuando naces
en un villorrio de Dakota del Sur, a varios miles de kilómetros de la costa más
próxima, y te dejan preñada con diecisiete años, es difícil poder alcanzar alguno
de tus anhelos juveniles.
Ahora comprenderás, Harry, qué demonios
hago en este bar, sirviendo platos combinados, sándwiches, cervezas, café y
batidos de fresa o plátano a todos esos granjeros que se acercan con olor a
establo inmundo para hablar de la hermosura de sus cerdos o la última cosecha
de girasol.
Ahora comprenderás estas ojeras que
trato de disimular con maquillaje barato. Porque no consigo dormir por las
noches. Tengo miedo de volver a soñar que estoy allí abajo, casi en la zona
abisal, acariciando los restos de una muñeca de porcelana rescatada del Titanic, cuando se acaba el oxígeno de
mis botellas.
Rafa, cuánto tiempo sin verte por aquí!!! Pero ha valido la pena esperar para leer este excelente relato que he tenido que pensar dos veces.
ResponderEliminarGenial. Cuando ya estábamos pensando en pedir una tostada de crema de cacahuete, nos sorprendes con un sueño imposible.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte, Rafa.
ResponderEliminarGracias a todos. He de revisar el texto, ha sido un "pensat i fet". Ahora veo que debería introducir algunas correcciones. Abrazos.
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